Panamá — “He logrado sacarlos del fuego donde se encontraban”.
Así se refirió con dolor el indígena José González al rescate de dos de sus hijos pequeños –una de cinco y otro de siete– de un lugar donde operaba una secta a la que se atribuyen los siete cadáveres encontrados en una fosa la víspera –presuntamente víctimas de un culto– en una zona indígena remota de Panamá.
Es la resignación para este hombre en medio de una tragedia familiar dantesca: su esposa y cinco hijos se cuentan entre los siete cadáveres exhumados en la comunidad de El Terrón, en la comarca indígena Ngabé buglé, al occidente del país.
Unidades de la fuerza pública acompañaron el jueves a González al hospital de esta ciudad de la provincia de Veraguas, en el centro del país, para que a su niña rescatada se le practicasen unos exámenes a fin de detectar si tenía alguna fractura.
Este hombre no encontraba explicación sobre lo que pasó en su pueblo. Paralelamente, las autoridades se preparaban para presentar en las próximas horas ante un juez a las diez personas arrestadas y a las que señalan de integrar la secta identificada como “La nueva luz de Dios” que, según informes oficiales, llevaba operando algunos meses en esa comunidad.
Esta es la primera vez que se registra un caso como éste y que implique a una comunidad aborigen pobre en Panamá, aunque sí se ha informado antes de sectas que practican exorcismos. Sin embargo, no se había producido el tipo de maltratos físicos y muertes ocurridos en El Terrón.
Las autoridades aseguran que tuvieron conocimiento de que algo pasaba en esa zona el domingo y que el martes llegaron al lugar las fuerzas de seguridad, rescatando a 14 indígenas de una estructura que los miembros de la secta utilizaban para sus ritos. Se encontraron con una comunidad “aterrorizada”, dijo el jueves en rueda de prensa el subdirector de la Policía Nacional, Alexis Muñoz.
No obstante, el indígena González, de 39 años, se queja de que el arribo de las unidades de seguridad demoró y ello lo atribuye en buena parte a que El Terrón está aislado e incomunicado.
“Busqué auxilio con las autoridades, pero no me respondieron. Al no responderme, perdí todo”, aseguró a The Associated Press sentado en una sala vacía del hospital, con un pantalón corto, en chancletas y con las piernas y pies embarradas de lodo.
Explicó que su familia fue sacada el lunes de su casa por miembros de la secta a la fuerza mientras él se encontraba trabajando en el huerto, donde cultiva yuca, ñame y arroz.
“Los decapitaron”, señaló. Dijo que ayudó a sacar a su niña de cinco años, que sufrió golpes en el cuerpo y a su hijo de siete. Otro de sus hijos, de 15 años, logró escapar también con golpes en su cuerpo.
“Quisiera llegar esta misma tarde para estar con ellos”, señaló González, quien antes del anochecer salió con su hija del hospital acompañado por policías.
“Necesito que el gobierno apoye a las personas que están más lejos en áreas de difícil acceso y donde hay que caminar tanto”, suplicó.
Muñoz dijo el jueves en rueda de prensa que el grupo de la secta estaba haciendo su culto “de manera normal, no era un grupo que estaba haciendo algo contra la comunidad”.
“Se dio una situación donde uno de los miembros tuvo un viaje fuera de la población y al retornar, después de un par de meses, vino con estas ideas de agresión, de que aquel que no comulgaba con su línea, estaba en contra de ellos y había que tomar algún tipo de acción”, agregó.
Más temprano, el fiscal provincial de Bocas del Toro, Rafael Baloyes, aseguró que se percataron de lo que sucedía luego de recibir información de lugareños que habían sido maltratados por ese grupo que practicaba “otro tipo de creencias religiosas”. Los indígenas de la zona son mayormente católicos.
Según Baloyes, supuestamente obligaban a familias enteras a participar en sus rituales. “Había personas retenidas contra su voluntad… había una mujer desnuda. Y todos estos actos eran para quitarles la vida si ellos no se arrepentían de sus pecados”. Agregó que “uno de ellos indicaba que Dios le había dado un mensaje y por ello obligaba a las personas” a participar de los ritos.
En el lugar también se encontraron un chivo muerto, objetos punzocortantes, un machete y trozos de madera con los que agredían a los indígenas retenidos.
Algunos líderes indígenas llamaron a las autoridades a combatir ese tipo de sectas en sus regiones.
“Exigimos la erradicación inmediata de esta secta satánica que contradice todas las prácticas armoniosas y espirituales contempladas en las sagradas escrituras”, dijo el dirigente de la Comarca Ngabé buglé, Ricardo Miranda.
Muchos de los rescatados presentaban golpes y fueron trasladados a un hospital de Santiago, donde el jueves acudió González con su pequeña hija.
La llamada Iglesia del Dios Vivo Columna y Apoyo de la Verdad “La Luz del mundo” negó en un comunicado que esté vinculada con esos actos.