Está muy sola la poesía o
el oído musical del poeta

Está muy sola la poesía o<BR>el oído musical del poeta

POR GUIDO RIGGIO POU
Si existe un ser desterrado, un ser incomprendido que ha estado notablemente ausente en la crítica que en estos tiempos  sobre  obras  poéticas se escribe, es la música.

Basta leer los escritos que en la huerta de la crítica literaria  se publican, para darnos cuenta de que el aspecto más fundamental de la poesía y fuente de su origen, la música, queda relegada de sus consideraciones.

Y no es para menos, porque la música, el ritmo interno y temporal que transcurre a todo lo largo de la composición poética, es  elemento extraño en la producción literaria de nuestros días;  y a la vez, por el carácter sutil de su presencia, es  cimiento difícil de apreciar dentro de la estructura  subyacente de la creación.

Pocos poetas y  menos críticos  están plenamente conscientes de que el germen de toda  buena poesía tiene su origen en la música. Debido, quizás, a que el oído musical, la capacidad auditiva y perceptiva para identificar patrones de ritmo, color y sustancia musical, se ha ido perdiendo.

 Esto a razón de la gran confusión estética auspiciada por la numerosa y apabullante  producción literaria existente , en la que abunda cada día más  una extraviada e incesante búsqueda  por la originalidad ,y  el consecuente abandono de los fundamentos clásicos que conforman la belleza. Agravado, además,  por el fácil acceso a los medios de difusión de obras carentes de  valores  que son extraviadamente ponderadas y exaltadas por “calificadas autoridades” de la crítica.

 Es así como poco a poco se están desdibujando los contornos estéticos que definen  la poesía. Tal parece que hemos olvidado que la música con sus sonidos y silencios, con su armonía y su belleza, es la sustancia donde se hospeda el esplendor de toda buena lírica.

Tomar sólo el aspecto que toca  a la comunicación de la  idea y descuidar el fundamento sonoro de la lengua, el vehículo armonioso sobre el que  debe cabalgar la idea, es ignorar  que  el pensamiento anhela -viceralmente – encontrar en la palabra que lo encarne a la música exacta que lo exalte.

Porque sólo así , con el encuentro de la idea con su auténtica música, el pensamiento  podrá  alcanzar  la más alta condición de su potencia, sólo así podrá manifestarse en cuerpo y alma para consumar  la tarea  primordial que le impulsa siempre a estremecer la consciencia humana.

Lamentablemente la crítica poética que hoy se escribe deriva su atención hacia  aspectos secundarios. Generalmente se suele destacar la temática como si se tratase del elemento más importante de la creación poética, sin embargo la temática no la constituye, a razón de no constituir una categoría estética, pues la cuestión más inadvertida cuando es tratada de manera exquisita se puede convertir en buena poesía. Más, la belleza   debe ser  el fundamento y el objetivo principal de la creación estética y  el foco de quien  la pondera.

 En la naturaleza, la música, el canto -voz común entre muchas especies- surge  primero que la palabra ; mucho tiempo después de que  palpitaran los primeros cantos de las aves, brotó en el hombre la palabra.

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