La historia no se repite, aunque hay constantes, como la brecha cambiaria de todos los eneros, por compras extraordinarias de dólares para pagar los fiaos de suplidores en el exterior. Dicho más claro, para pagar las mercancías que vendieron el viernes negro y a final de año.
En esta ocasión se sumó el súbito aumento del petróleo y la incertidumbre que generó el tambor de guerra EE.UU-Siria, no obstante la limitada reserva de este último país de solo 2.5% del total. Aunque el precio retrocedió cuando las partes aparcaron el hacha, el no saberse si fue estratégico, si se producirán o no nuevos aumentos, cuando, y si será coyuntural o permanente, aceleró las compras extraordinarias de dólares la semana pasada, algunos comerciantes dijeron que pagaron una prima de 1.38%, agrego yo, por rebote afectó a pequeños y medianos compradores.
Nadie debe confundir el pago de esta prima con un alza permanente del dólar frente al peso, esta semana quedará evidenciado con la unificación cambiaria sin la intervención del Banco Central. Me apoyo en los siguientes factores:
Uno, no hay escasez de dólares, como promedio todos los días se transan tres mil quinientos millones, la demanda normal sin compras extraordinarias. El nivel de reservas internacionales netas (US$8,781.4 millones) equivale a cinco meses y medio de importaciones nacionales.
Dos, en la baja y estable inflación, interanual de 3.66% en 2019, alrededor del rango-meta. Implica que no existe preocupación de que dispare el dólar o al revés. Las estadísticas muestran que en nuestra economía el dólar no está enganchado a la inflación. Tres, la baja y estable inflación es la mejor evidencia de que el peso no está sobrevaluado y que no procede una pérdida de valor de la moneda y/o de reservas internacionales.
Y cuatro, por todo lo anterior consumidores y empresarios tienen confianza en el peso, vive buenos tiempos, acumulado se ha devaluado 16.58%, una media anual de 3.32% de 2015 a 2019, que no está distante de la inflación acumulada de 13.07%, anual 2.62% en los mismos años.
Como no pierde su valor más allá de lo programado, los dominicanos prefieren ahorrar en pesos, no tienen obsesión por el dólar, a diferencia de lo que sucede en economías mayores de Latinoamérica.
Si las cosas no se descomponen en Oriente Próximo y el alza súbita del petróleo se queda como evento coyuntural, con certidumbre podríamos esperar que el barril WTI se cotice alrededor de los sesenta dólares, y que el precio medio que pagamos por los derivados importados supere en cinco dólares el del presupuesto público.
Engordaría la factura petrolera de 2020 este aumento de precio multiplicado por el mayor volumen de derivados importados, explicado por el crecimiento de 4.7% de la economía según la Cepal. Mi cálculo es que, como sucedió en 2019, este aumento del PIB lo explicaría el consumo de hogares y la inversión de las empresas, porque se mantendría negativo o neutro la contribución neta de las exportaciones, al menos que las ventas externas se disparen. Lo que veo muy difícil en un año con pronóstico de fuerte caída del volumen de comercio mundial según la Organización Mundial del Comercio y de menos crecimiento global para el FMI.