Estadistas y atletas

Estadistas y atletas

Existen muchos libros egregios sobre doctrina política cuyo propósito es contrapesar los poderes públicos para alcanzar un equilibrio donde la libertad política sea posible. Estos libros son importantes y valiosos por sí mismos. Sin la doctrina contenida en ellos tal vez no habríamos alcanzado lo que hoy llamamos desarrollo social. En esta línea están: Bodino, el contradictor de Maquiavelo, Rousseau, Locke, Montesquieu. En vez de ocuparse de cual sistema económico o social debe tener una comunidad, o del ordenamiento político del Estado, Marguerite Yourcenar sugiere pensar en la persona misma del político. En vez de una teoría general propone una caracterología del gobernante.

En tiempos de Adriano ya el estilo republicano de la vieja Roma estaba muerto. Desde Julio César, Roma fue un imperio, ilegítimo desde el punto de vista constitucional, sostenido por el ejército, con una visión totalitaria a la manera antigua, ornamentado por un Senado sumiso y ceremonial. Las divisiones de los poderes del Estado que Montesquieu formula no tienen nada que ver con los modos de argumentación que Marguerite Yourcenar pone en boca de Adriano. Los políticos, como los atletas, han de tener primero vocación y luego entrenamiento, preparación, ejercicio, disciplina. Es cuestión menor saber qué diferencias ideológicas podríamos encontrar entre Adriano y Felipe II, o entre Mao y De Gaulle.

Ortega escribió que todo gran político hace, a la vez y por si mismo, la revolución y la contra-revolución, según convenga al equilibrio de la sociedad. Lo cual, dicho de otro modo, significa que es preciso ser de izquierda y de derecha, siguiendo los requerimientos de cada situación.

El Adriano de Marguerite Yourcenar narra, describe y explica, cómo este emperador llegó en el curso de su vida a adquirir la “Disciplina Augusta”, la disciplina del gobierno de sí mismo. Sin ella no puede un político organizar a los hombres para que construyan puertos, carreteras, templos, teatros, estadios. La creación de una burocracia, de un cuerpo de leyes, o de un sistema monetario eficaz, es obra, -no exclusiva, pero sí fundamentalmente- de la voluntad de hombres armados de “Disciplina Augusta”. Un gran político es un atleta, un levantador de pesas, que decide dedicar su vida a la tarea hercúlea de organizar el caos.(1995-Frag.).

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