Estadísticas vs oposición

Estadísticas vs oposición

Guido Gómez Mazara

Ejercer el poder en sociedades como la nuestra implica vencer electoralmente y convencer desde la gestión oficial. Inclusive, la validación política expresada en las urnas requiere una amplísima concepción de que las franjas adversas a la causa exitosa sean convencidas por la fuerza de las referencias estadísticas, creíbles y contundentes, en capacidad de constituirse en argumentos irrebatibles frente al juicio objetivo de organismos validadores de las prácticas correctas.

Por años, la pasión opositora encontró en los informes de organismos financieros y crediticios un muro capaz de reducir sus alegatos a la politiquería pura y simple. No es que se transfiere con categoría irrebatible sus números, sino que los técnicos acreditados de instituciones como CEPAL, BID, BM, Moody’s o Standard & Poor’s se encuentran a distancia segura del debate acalorado y de la pasión partidaria, y próximos al dato certero y de difícil impugnación.

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En el país, la oposición es útil y necesaria porque sirve de contrapeso al poder. Ahora bien, el error táctico de legítimos exponentes de partidos adversos al oficialismo reside en la estructuración de un relato cuestionador que se circunscribe a las redes sociales y la agitación mediática, desconociendo que corroer con eficacia a los detentadores del Gobierno provoca líneas de verdadera diferenciación. Y lo cierto es que, en el terreno de los hechos, franjas significativas del país poseen frescos recuerdos de voceros y proponentes de políticas públicas que tuvieron 20 años para transformar lo que ahora critican, pero el imaginario popular se desencantó de ellos y rechazó en el espacio de mayor legitimidad democrática: las urnas.

Insistir en el refugio táctico de las RRSS como instancia crítica no necesariamente construye mayoría. Inclusive, la estrategia de descalificación nunca ingresa a los terrenos de la ética, la transparencia y la rendición de cuentas. Esto se debe a que las notas de reputados exponentes opositores están asociadas con un modelo de conducta pública no interpretado correctamente y que se erigió como causa esencial de sus dos últimas derrotas. Así, no leen con eficacia que la efectividad del mensaje depende del mensajero.

El Gobierno, en la intención de reformular los argumentos que sustentan su gestión, debe concentrarse en datos certeros y un relato coherente sobre logros, para exhibir de manera creíble todo lo hecho, no comunicado con articulación política imbatible hasta ahora. Ahora bien, si en el litoral opositor la credibilidad de mensaje y mensajero es referente de descreimiento, esto también opera para la lógica oficial. Al final de la actual coyuntura se trata de ganar la batalla del relato en la ciudadanía. Tiempo para las urnas falta, lo inteligente es trabajar en victorias inmediatas que vayan fortaleciendo el espíritu del convencimiento en