Este gobierno también ha caído en la tentación de utilizar las estadísticas, cuando cree que le son favorables, para hacer propaganda o tratar de vendernos la idea de que algunos problemas se están resolviendo por lo menos en el papel, pero en algunos temas, como la delincuencia que no da tregua y los accidentes de tránsito, pueden resultar contraproducentes, provocar en la opinión pública el efecto contrario al perseguido, pues en ambos casos la cruda realidad que vive día a día la gente impone una percepción difícil de cambiar de un plumazo con una campaña de relaciones públicas.
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A principios de esta semana la Digesett publicó un comunicado de prensa en el que destaca que los accidentes de tránsito en el país se redujeron un 13.6%, al registrarse 2,792 colisiones en el 2024 en comparación con el 2023, cuando se registraron 3,234 casos. Y todo eso fue posible, según su director, el general Francisco Osoria, gracias a que en su gestión se han intensificado las medidas preventivas como la utilización de alcoholímetros, y los carreteos para reducir la velocidad de los conductores que se desplazan por nuestras principales carreteras, entre otras medidas.
Y no dudo que así fuera porque las estadísticas están ahí para “demostrarlo”, pero me gustaría saber qué opinan en la Digesett de la crónica publicada ayer por este diario, en la que se reseña que en los primeros 10 días de marzo han perdido la vida en accidentes de tránsito doce personas. ¿Cómo interpretar ese dato? ¿Qué pasó con los alcoholímetros, los radares para controlar la velocidad, los tediosos carreteos y la vigilancia permanente en calles y autopistas? Estamos frente a una epidemia a la cual no le hemos encontrado el remedio apropiado, por lo que de poco sirve que nos autoengañemos con la falsa idea de que el problema se está resolviendo porque estamos contando, sumando y restando accidentes; todas esas personas, fallecidas en tan solo diez días del mes de marzo, nos están gritando que eso no es verdad.