Estado, crimen, vecinos

Estado, crimen, vecinos

No hay dudas de que vivimos en una época de grandes tensiones sociales. La gente no se conforma, como en otros tiempos, con que “las cosas sean así”, que tengamos que aguantar “nuestro destino” y “sufrir”, igual que la legendaria Maybá. Parece una norma que, antes de estallar, los hombres soporten muchas vejaciones, abusos, injusticias. ¿Hasta dónde y hasta cuándo? ¿Cuál es el límite? ¿el rebosadero de la paciencia? Europa es el territorio sobre el que se ha desarrollado la filosofía, el humanismo, la ciencia natural, los derechos del hombre y del ciudadano. Pues en Europa, cada cierto tiempo, revienta un conflicto social y los pueblos prenden fuego al Parlamento, arrojan por las ventanas a los munícipes, o asaltan prisiones como la Bastilla.

Después de un “sacudimiento”, sigue un periodo de “acomodación” y otro de “estabilidad”. Todos apreciamos “el orden público”, la seguridad jurídica, “los debidos procesos”. Pero bien sabemos que hay circunstancias en que todas esas magníficas reglas de convivencia se resquebrajan. Un célebre escritor búlgaro, Elías Canetti, vivió obsesionado por esos momentos de violencia social en que todo parece agrietarse: las leyes, las costumbres establecidas, el respeto a las autoridades políticas y religiosas. Canetti recibió el Premio Nobel de Literatura en 1981.

Ahora existen grupos sociales que han decidido vivir y prosperar “contra viento y marea”. No les importa que sus negocios sean lícitos o no; ellos afirman que no deben estar “excluidos del pastel de la riqueza”. La venta de drogas, el crimen por encargo, son vías para alcanzar los recursos económicos para tener “acceso al consumo”. Cuando la criminalidad amenaza los barrios de clase media, surgen “comités de vigilancia”, juntas de vecinos, que intentan asumir la defensa que no quiere, o no puede, brindar el poder público.

Un caso extremo es el de pobladores de Michoacán, en México, que han organizado “autodefensas” para luchar contra “Los caballeros templarios”, un cártel de narcotraficantes que controla los negocios en esa zona, con poder de vida y muerte sobre sus habitantes. Tanto “los templarios” como las “autodefensas”, prescinden de las “autoridades legítimas”. Aquí, en la RD, vemos indicios o conatos de rebelión contra la impunidad y la indefensión. Ojalá nuestras autoridades “sopesen” esta situación.

 

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