Estado fallido u ofensa a los dominicanos

Estado fallido u ofensa a los dominicanos

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Dos semanas después que la revista Foreign Policy publicara su clasificación de los países en vías de desmembramiento, en el cual incluyeron al nuestro, es que ha ocurrido una contundente reacción oficial en contra de un análisis, que si bien contiene muchas variables intangibles para colocarnos al borde del colapso, hay otros factores que no se tomaron en cuenta.

Esos otros factores son parte fundamental para que nuestras autoridades, los políticos y empresarios rechazaran una ubicación, que si bien nuestros problemas son graves y los políticos no se entienden, al menos todavía hay cierto grado de sensatez que impide un colapso mayúsculo de la sociedad.

Una de las causas que clasifican a un Estado como fallido es que sus fuerzas armadas no tienen el control del territorio. Aún cuando contamos con unas fuerzas armadas desproporcionadas en su gigantismo a las necesidades del país, son responsables de controlar el territorio y sus fronteras, se ve a las claras que no lo consiguen cuando la invasión pacífica de los haitianos es indetenible y se confirma cómo han proliferado los centenares de mujeres y niños haitianos mendigando en las calles. Tal presencia es una señal de que las fuerzas armadas no controlan el territorio ya que no impiden la presencia de tantos extranjeros ilegales en la parte oriental de la isla.

Asimismo el nivel de salud pública es cada vez más precario. Se anuncian grandes inversiones en equipamiento de los hospitales y se abastecen los mismos con más medicinas; no es menos cierto que hay más precariedades en ese sector, donde los grandes recursos que capta el fisco por las diversas vías impositivas no se traduce en un sistema nacional de salud que le dé confianza a todos los sectores, que si quieren sanarse, deben acudir a los centros privados siempre y cuando cuenten con algún seguro médico confiable.

En la educación, consagrada como un bien disponible para todo el mundo, localmente las precariedades son múltiples y lo vemos cómo las escuelas están deterioradas, pese a las inversiones millonarias que se anuncian y a veces se invierte para restaurarlas y devolverles por poco tiempo, hasta que el vandalismo magisterial y escolar las retorne a su estado normal de ruina. El desayuno escolar atraviesa dificultades cuando las autoridades educativas no honran los compromisos con las empresas que suministran los alimentos y éstas suspenden el suministro hasta que les paguen. Los maestros, si bien han estado tranquilos en los últimos doce meses, mantienen una efervescencia interna dispuesta al estallido que está aplacado ya que el partido en el poder domina a los dirigentes de la ADP.

La inseguridad ciudadana es cada vez mayor. Ya las calles están vacías de noche y el temor se apodera del ciudadano cuando se le acerca algún policía ya que se ha visto que el mayor índice de delincuencia ocurre entre los hombres que supuestamente deben protegernos. Los antisociales dominan los barrios y sus calles; el auge del pandillerismo contribuye a que se vaya gestando un estado de inseguridad que resulta indetenible, al menos que sea con medidas más extremas a las ya acostumbradas de las autoridades, de reducir la población delincuencial mediante el método expedito de la eliminación física.

Con la pobre puntuación que se alcanza en el control del territorio por parte de los militares, las debilidades del sistema educativo y de salud, la inseguridad ciudadana, etc., son más que suficientes para que nos preocupemos al vivir en un Estado fallido, y sin quejarnos si los extranjeros nos clasifican en tan mala posición, acompañando a estados africanos que han sido inviables desde el mismo momento que sus amos europeos les concedieron la independencia allá por las décadas de los 50 y de los 60 del siglo pasado.

El editor de la publicación Foreign Policy, que Bernardo Vega destacó que es un asiduo visitante al país a disfrutar de sus bellezas, debe conocer bien el ambiente y condiciones de las debilidades institucionales, y en el círculo de amigos que se desenvuelve, de seguro que fue retroalimentado con la información que nos ubica en unas condiciones morales de casi cataclismo, y por ende, lo del Estado fallido se veía venir por más que ese señor admire al país. De ahí que las autoridades, antes de estar enviando copias de las palabras presidenciales de la pasada semana, cuando tronó por la calificación de fallido, deberían aunar esfuerzos para ver el origen de las causas que nos ubican como un Estado fallido. Así se darán cuenta que si no se sanea a la clase política, en poco tiempo Haití lograría estar en mejor posición, y entonces, ver coronado su sueño de que la isla es una e indivisible, gracias a las ambiciones, ceguera y corrupción de los políticos dominicanos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas