Estados Unidos cierra 2011 fuera de Irak y enredado en Afganistán

Estados Unidos cierra 2011 fuera de Irak y enredado en Afganistán

Washington,  (EFE).- Estados Unidos termina 2011 con la sensación de círculo cerrado en Irak y la de incertidumbre en Afganistán, donde los esfuerzos para acelerar la retirada penden de un hilo cada vez más enredado- el de la relación con Pakistán.

El año que acaba se recordará como definitivo en Irak, donde los últimos soldados harán las maletas antes de Nochevieja, pero también en Afganistán, que vivió un punto de inflexión con la muerte de Osama Bin Laden el 2 de mayo en su refugio de Abbotabad (Pakistán).

El fin del líder de Al Qaeda, objetivo declarado de la guerra contra el terror lanzada por George W. Bush en 2001, supuso una victoria política para el presidente Barack Obama, que vio en ella un respaldo a sus planes de iniciar la retirada en julio de este año y cerrarla en 2014, según lo acordado con la OTAN. El conflicto en Afganistán abarca ya una década, y va camino de superar al de Vietnam como el más largo de la historia de Estados Unidos.

Aunque 2011 permitió la vuelta a casa de 10.000 de los 90.000 soldados estadounidenses desplegados en el país, también se cierra con el dudoso honor de haber vivido, en agosto, el mes más mortífero desde el inicio de la guerra, con 67 militares muertos.

Treinta de ellos fallecieron el 6 de agosto en el derribo de un helicóptero en la provincia central afgana de Wardak, considerado el ataque más sangriento en una guerra en la que, según las últimas cifras del Pentágono, han muerto más de 1.800 estadounidenses.

Más allá de lo militar, en Washington se multiplican los informes sobre la corrupción rampante en el Gobierno afgano y la profunda crisis de presupuesto, problemas que la conferencia de Bonn (Alemania) trató de subsanar en diciembre con la promesa de apoyo financiero al país asiático hasta 2024. Si Afganistán carece de la estabilidad necesaria para transferir la responsabilidad a las autoridades, Washington ha visto este año cómo la relación con el vecino Pakistán, un aliado clave en su misión, se deterioraba a marchas forzadas.

El operativo que acabó con Bin Laden, ejecutado por un comando estadounidense sin permiso de Pakistán, reabrió viejas heridas que se agravaron en septiembre, cuando el entonces jefe del Estado Mayor de EEUU, Mike Mullen, describió a la red talibán Haqani como «un brazo estratégico del ISI», el servicio de inteligencia paquistaní.

Desde entonces, Washington ha insistido inútilmente en que Islamabad debe romper sus lazos con Haqani, al tiempo que dejaba abierta la posibilidad de incluir al grupo extremista en su lista de organizaciones terroristas internacionales. La dinámica entre los dos países continuó su declive el pasado 26 de noviembre, cuando 24 soldados paquistaníes murieron en un ataque aéreo de la OTAN, al que Pakistán respondió con el cierre de la frontera a los suministros de la misión para Afganistán y el desalojo de una base aérea estadounidense

. Con una relación con Islamabad meramente «transaccional» desde entonces, Washington ve peligrar una alianza «crítica» para el éxito de su retirada en Afganistán.

El panorama es más amable en Irak, donde los 40.000 soldados que quedaban emprendieron la retirada en octubre y sólo unos 200 permanecerán en el país hasta el 30 o el 31 de diciembre, cuando tendrá lugar la ceremonia oficial del fin de la guerra en el aeropuerto internacional de Bagdad.

Ocho años después de que Bush declarara «misión cumplida» en Irak, el Gobierno de su sucesor se ha apuntado el tanto del repliegue, aunque no sin críticas de los republicanos y de la línea más dura del Pentágono. Sin embargo, la retirada ha estado marcada por las diferencias con el Gobierno iraquí, que rechazó la solicitud de Washington de mantener sobre el terreno a un número reducido de soldados ante el desacuerdo sobre algunas exigencias norteamericanas, como la inmunidad para los militares.

En cualquier caso, la mayoría de los estadounidenses aprueba el fin de una guerra que ha dejado más de 4.400 muertos y ha arañado a las arcas del país más de 800.000 millones de dólares, mientras se encaminan a unas elecciones en las que la seguridad nacional palidecerá frente a la verdadera prioridad de los ciudadanos- la recuperación económica. EFE

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