Frase preferida y mil veces repetida por el presidente Joe Biden que recoge una realidad parcial, con relación al EEUU que reformuló Trump centrado en “América Primero” y “Hagamos a EEUU Grande Otra Vez” basado en política exterior agresiva y aislacionista confrontando a aliados y competidores e interiormente estimulando la división política y social, promovió grupos supremacistas blancos aupando el racismo.
Alentó la confrontación partidaria, violentó la institucionalidad y muchos valores democráticos. Acentuó el ignorar el orden internacional, actuó unilateralmente desafiando el derecho internacional, desató furiosas guerras comerciales. Pasó por alto derechos palestinos universalmente reconocidos y reforzó una política de sanciones brutales contra naciones a cuyos gobiernos decidió derrocar; atacó organismos internacionales.
Se retiró de pactos multilaterales firmados junto a aliados pretendiendo imponer una unilateral visión. Su irracionalidad y negligencia condujo a EEUU a una carnicería por su incapacidad para reaccionar ante una pandemia despiadada. En afán de encubrirse buscó culpables allende los mares. Todo puede regresar.
Ciertamente Biden ha introducido correcciones en algunos problemas que más dañaron la imagen norteamericana en el mundo. Efectivamente, “EEUU regresó”, pero el problema a preguntarnos es ¿hasta cuándo? El próximo año hay elecciones legislativas que pueden dar el control de alguna cámara a los republicanos y se acabó el “regreso”.
El sistema político estadounidense es inestable e impredecible. La irracionalidad y peligro del trumpismo no está ni vencida ni eliminada, tan solo apartada, sin poder asegurarse hasta cuándo.
El gobierno demócrata ha retomado algunas normas multilaterales pero continúa aplicando políticas unilaterales que prometió romper durante la campaña, como Cuba.
Obsesionado con el desarrollo chino mantiene una política confrontacional e irracional contra Beijing y ni ejecuta el acuerdo comercial bilateral contra el interés empresarial propio. Como Trump ignora la ciencia por fines geopolíticos.
Dice no querer la guerra con China pero adopta pactos guerreristas provocadores, poniendo al país al borde de una línea roja que fácilmente, con un “traspié”, la traspasa. Reivindicando a Trump, lo acerca.
Obsesionado con China fomenta enfrentamientos teniendo pendiente problemas sociales cruciales y explosivos de la sociedad estadounidense, especialmente el racismo sistémico, facilitando al trumpismo su regreso. Buscando provocar a China ofende y humilla a Francia y París lo compara con Trump.