Estados Unidos y su influencia política  en  los países emergentes

Estados Unidos y su influencia política  en  los países emergentes

Daniel Dombey y Gideon Rachman
En contra de una situación militar general, Barack Obama hizo sonar un tema perfectamente inmarcial. Anunciando la nueva estrategia de seguridad de su administración, su doctrina sobre cómo mejor proteger a América, el presidente dijo en mayo a los cadetes graduandos en la academia   de West Point que Estados Unidos necesitaba intensificar sus esfuerzos diplomáticos mientras “más países y capitales” ganan influencia en el mundo moderno.

Su énfasis no fue casual. Uno de los principales temas de la doctrina, expresados la semana pasada, es que E.U. está presionando para profundizar la cooperación con que   hace el llamado a los “centros emergentes de influencia”.

Pero, como mostró el convenio brasileño-turco con Irán el mes pasado, los crecientes poderes están usando su incrementada influencia en formas que a menudo los opone a Washington. También, mientras continúa la lluvia radioactiva del ataque de Israel esta semana sobre aparentes alternativas entre reforzar las relaciones con   estados   como Turquía, y tomar partido por sus aliados más cercanos, particularmente Israel.

 “Los poderes emergentes en cada región del mundo se están reafirmando cada vez más”, la estrategia de seguridad nacional se observa en lenguaje muy diferente de la retórica de la presidencia de George W. Bush. “Las naciones individuales están asumiendo roles globales y regionales cada vez más poderosos y cambianel panorama de la cooperación internacional”.

El gobierno de Obama ha   considerado esto por cierto tiempo. En un discurso ante el Consejo de Relaciones Extranjeras  el año pasado, Hillary Clinton especificó los principales países afectados. “Pondremos especial énfasis en alentar los mayores poderes globales emergentes, China, India, Rusia y Brasil, así como también Turquía, Indonesia y Sudáfrica”,  dijo.

Mientras el deseo de la administración por mejorar las relaciones con Moscú, Beijing y Nueva Delhi ha sido ampliamente documentado, la guía para trabajar con otros poderes emergentes es también una parte central de este intento   por arreglárselas con un mundo cada vez más inmanejable.

Esta es una reacción tanto para la creciente fortaleza económica de tales naciones como para la problemática de dependencia del gobierno de Bush de las “disposiciones de alianzas”. Tales agrupaciones a menudo se enfocan en pequeñas naciones leales, mientras fallan en enlistar el apoyo de líderes regionales  como Brasil, México, Turquía, Sudáfrica e Indonesia.

Resaltando su creciente importancia, esos países son hoy todos los miembros del G-20, que han suplantado grandemente al  G8 a consecuencia de la crisis económica. Ellos también ocupan un lugar ambiguo en el escenario mundial. Todas son democracias. Pero eso no necesariamente asegura que   tomarán partido junto a E.U. en los grandes asuntos, aún en contra de la autoritaria China.

Verdaderamente, Beijing ha jugado hábilmente su estatus como una nación en desarrollo y   antigua víctima del imperialismo occidental para crear vínculos emocionales con otros poderes en crecimiento. Ahora China tiene un peso en la economía internacional que puede rivalizar con el de EEUU.   Ya lo ha desplazado  como   mayor socio comercial de   Indonesia y Sudáfrica, mientras trata  de hacer lo mismo   con Brasil.

En una escala de asuntos, desde cambio climático hasta proliferación nuclear, E.U. se ha vuelto intensamente cauteloso ya que   no puede alcanzar el apoyo garantizado de los poderes emergentes. El convenio que, a pesar del recelo de Washington, Turquía y Brasil alcanzaron con Irán, para que Teherán envíe uranio enriquecido internacionalmente, fue sólo el más reciente retraso para las esperanzas de E.U. Este siguió a la deprimente experiencia de la cumbre climática de Copenhague, en la cual E.U. se enfrentó   con un eje informal de naciones en desarrollo, centrado en China e incluyendo a India, Brasil y Sudáfrica.

En una entrevista en abril con Financial Times, Hillary Clinton dijo que ella entendía   porqué los países emergentes podían hacer retroceder a E.U., y es debido a sus “aspiraciones globales” particulares y los deseos de jugar un rol de liderazgo. “Yo entiendo eso plenamente y no sé por qué a alguien puede sorprenderle”,   dijo.

Pero   argumentó  que no había alternativa para E.U. aumentar su compromiso con esos países: “Si realmente usted escuchara, usted no podría estar de acuerdo en todo, pero   encontraría áreas de consenso”, agregó.

Uno de los supuestos centrales de la administración de Obama es que los mayores problemas de política extranjera,   como la reforma financiera y el control de armas nucleares, pueden ahora ser afrontados efectivamente sólo sobre una base global. “No seremos capaces de resolver ninguno de estos problemas solos, tenemos que trabajar con otras naciones”, dijo Anne-Marie Slaughter,   del Departamento de Estado.

Así que está encendida la batalla por el favor de los poderes emergentes. Obama ofreció su primer discurso internacional en el parlamento de Turquía en abril del año pasado. En un mismo día del mes pasado,   invitó al presidente Felipe Calderón de México a la segunda cena de estado de su periodo en la Casa Blanca,  la primera fue para Manmohan Singh, primer ministro de India, y reservó tiempo para una larga conversación telefónica con Recep Tayyip Erdogan, líder de Turquía. Este mes, Obama se dirige a Indonesia a un viaje largamente planeado  y dos veces pospuesto  hacia el país donde   pasó parte de su infancia.

Todavía, parece que tales esfuerzos no dan   un dividendo inmediato. El convenio sobre Irán anunciado por Turquía y Brasil, que tienen asientos temporales en el Consejo de Seguridad de la ONU, destrozó cualquier imagen de unidad internacional sobre el programa nuclear de Teherán. Washington fue rápido en criticarlo, en un movimiento que algunos comentaristas dicen que es lo que muestra, antes que genuinamente comprometerse con los países emergentes, E.U. simplemente desea que ellos prosigan con  su liderazgo.

Tal sentimiento entre E.U. y Turquía, dos países aliados por más de la mitad de un siglo, han desconcertado aún al más experimentado de los espectadores. “Yo no estoy sorprendido de que Brasil haya tomado la posición que asumió en el asunto iraní”, dijo Henry Kissinger, uno de los predecesores mejor conocidos de H. Clinton. “Yo no esperaba a Turquía”.

Todo sigue igual, las tensiones entre los dos son probablemente mayores que cualquiera de los otros medianos poderes emergentes, un resultado no sólo de muy diferentes perspectivas sobre sanciones en contra de Irán sino también de creciente antiamericanismo en Turquía después de la guerra de Irak y los temores de Washington acerca de señales de posible autoritarismo dentro del gobierno de Erdogan.

La furiosa reacción de Ankara por el ataque israelí a las naves que se dirigían a Gaza, tres de las cuales izaron la bandera turca, han resaltado la tensión adicional. Con Washington obstaculizando el unirse a la crítica que gran parte del mundo ha dirigido a Israel, el gobierno de Turquía ha llamado a E.U. a asumir una línea más severa.

Todavía la administración de Obama ve a Turquía como un país con enorme influencia potencial en el Medio Oriente y más allá, y por cuanto es uno con el que no puede permitirse ningún descuido.

También Brasil es indispensable, identificado más que nunca como el peso pesado de Latinoamérica, con el cual E.U. ha cooperado cercanamente en asuntos tales como el terremoto   que afectó Haití en enero. Pero, como con Turquía, Washington está en desacuerdo con Brasilia sobre Irán, tal vez la alta prioridad diplomática del gobierno de Obama.

Kissinger argumenta que ha terminado para Brasil el largo periodo en el cual los países latinoamericanos fueron absorbidos por sus propias políticas locales y, hasta cierto punto, por México. “Yo pienso que parte del desafío para la política americana ahora sería involucrar a Latinoamérica en un diálogo, como países que realmente juegan un rol internacionalmente y no solamente en el hemisferio occidental”,   dice. “Yo espero que podamos alcanzar a Brasil o a países de ese grupo que no sientan la necesidad de que se nos opongan”.

Mientras tanto, Washington   trata  de intensificar la cooperación con Sudáfrica, donde el vicepresidente Joe Biden asistirá a la Copa Mundial   este mes, sobre asuntos que van desde salud, , energía y la no proliferación nuclear. Pero el país ha demostrado ser un socio difícil para E.U. en el pasado reciente. Antes de que el presidente Jacob Zuma asumiera el poder el año pasado, los sudafricanos se  opusieron a los esfuerzos occidentales para censurar en las Naciones Unidas el gobierno de Myanmar y los abusos de derechos humanos de Zimbabwe.

E.U. también está entusiasmado por continuar cultivando a Indonesia como el país de mayor población musulmana, la tercera democracia más grande y una nación estratégicamente ubicada en la región de Asia-Pacífico, en la cual muchos funcionarios de Obama creen que los hechos principales del siglo XXI se llevarán a cabo. Washington y Yakarta han cooperado  para combatir a Jemaah Islamiyah,  afiliado regional de Al-Qaeda.

Pero los límites de la influencia de E.U. son claros: Los funcionarios se han declarado frustrados con el bajo nivel de comercio de dos vías, sólo $18.8 millardos (C=15.4 millardos, £12.8 millardos) el año pasado, basado en las cifras del FMI, y lo que ellos caracterizan como proteccionismo, incluso el comercio de Indonesia con China ($23.5 millardos en   2009) se activó después que un convenio de libre comercio en el sureste de Asia entró en efecto el pasado mes de enero.

El esfuerzo de E.U. por ganarse los poderes emergentes es complicado por el hecho de que los aliados tradicionales   como Gran Bretaña, Japón y Polonia, le han dejado saber que ellos se sienten abandonados por el nuevo enfoque. El miércoles pasado, Yukio Hatoyama, primer ministro de Japón, renunció luego de ceder en una disputa con E.U. sobre una base naval. El presidente recientemente ha buscado reafirmar vínculos con viejos amigos, elogiando la relación especial   E.U.-R.U., mientras la estrategia nacional enfatiza las alianzas tradicionales.

 Clinton dio riendas a la sugerencia de que E.U. es ahora un simple “convocante en jefe”, enfocado en persuadir a otros países, a menudo más pequeños, para dirimir asuntos globales. Pero   reconoce que tal persuasión es ahora una parte central del rol de EEUU.

El problema es que unir los países, particularmente estados que están en su apogeo y hambrientos por dejar su huella en el mundo, no es una tarea fácil. Fortalecer los vínculos está demostrando ser  difícil.

Las frases

Hillary Clinton

 Somos el único poder global en el mundo y aceptamos esa responsabilidad, pero también reconocemos que convencer a la gente a unirse a nosotros requiere habilidades diferentes y una forma diferente de ejercer nuestro poder que este hizo 50 o 100 años atrás”

Entonces tenemos soldados luchando en dos guerras, lo cual difícilmente es una convocatoria, pero también es necesario estar constantemente uniendo a la gente”.

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE  ROSANNA CAPELLA

Publicaciones Relacionadas

Más leídas