Estamos en el umbral de la desesperación

Estamos en el umbral de la desesperación

El umbral es el paso primero o entrada a alguna parte o de cualquier cosa, pero la desesperación es cosa muy seria. Es tal vez la más trágica de las condiciones humanas.

Perder la esperanza es anular la calidad de vida y la misma existencia de la fuerza y eficiencia de la virtud de las personas templadas. Cuando se llega a la entrada de la desesperación se comienza a percibir un sentido de pérdida de la esperanza y el individuo o pueblo llega al estado de sentir un desaliento que equivale a estar cercano a la muerte.

La desesperanza roba la alegría, alienta la inseguridad, perturba la mente, trastorna el equilibrio emocional, debilita la voluntad de producir, merma la confianza, nubla la visión, quebranta la espiritualidad, agota la paciencia y hasta puede hacer dudar la fe. En estos momentos la sociedad dominicana está en el umbral de la desesperación debido a los acontecimientos en el país de múltiples incidencias de violencias, malas prácticas de negocios donde la nociva desesperanza comienza a socavar la confianza, debilita la fe y quebranta la virtud del amor.

Este es el comienzo de una tragedia social comparable a una muerte infligida por descorazonados malévolos conscientes de sus funestas acciones, o por la negligencia, parsimonia, incompetencia o inconsciencia de la autoridad. Este estado de la situación en República Dominicana se debe a múltiples razones, entre ellas la maledicencia de importantes figuras del poder que deben proteger a la sociedad, más en lugar de esto, están implicados o apoyan actos inmorales y desastrosos.

Hay entre estos miembros de la justicia que ayudan a contribuir a dar muerte solapadamente a la esperanza del pueblo. Aún hay comunicadores sobornables que son como voces de heraldos de la maldad, y para el colmo, la incapacidad de algunos indignos jueces que dictan sentencias que causan vergüenza que hiere la susceptibilidad de gentes de valores humanos y de corazones nobles.

Por otro lado, sabemos de personajes politiqueros y patrioteros que inciden de manera indecorosa para denigrar y negar la dignidad humana por tener conciencias enturbadas de prejuicios de mala clase.

Estamos en el paso de un estado de desesperación, por lo que hay el anhelo de oír a profetas como Juan el Bautista diciendo: “Raza de víboras… arrepiéntanse y hagan la voluntad de Dios”. Hay la necesidad de llevar a cabo y cumplir con las obligaciones cívicas para devolver la esperanza al pueblo dominicano. No se debe permitir que se pase de la puerta del civismo, de la moralidad, del buen ejemplo de toda la ciudadanía para entrar en el estado de desesperación. Se requiere urgentemente el cambio radical de todas las personas a todos los niveles de las esferas de la sociedad para dar el cumplimiento cabal de las leyes, las buenas costumbres e implementar la justicia social y ejercerla con el mejor decoro para el bien común.

Cerremos la puerta del umbral de la desesperación y no seamos pusilánimes y serviles. Digamos ¡no! al mal que se presenta en la antesala de nuestro conglomerado para no anular la calidad de vida, ni perecer bajo el imperio de la violencia y la inmoralidad.

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