Estamos hartos de este incordio

Estamos hartos de este incordio

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
Sin lugar a dudas, estas elecciones congresuales y municipales han sido hasta ahora las que más promoción, tanto visual, televisiva, radial y por la prensa han tenido en el breve período democrático que hasta ahora hemos disfrutado, siendo más “espectaculares” que todas las presidenciales. El derroche en vallas gigantes -que de paso cuestan una pequeña fortuna- los afiches, volantes, banderas, folletos, etc., han demostrado hasta la saciedad que ha llegado el momento de que la Junta Central Electoral (JCE), le ponga un alto a este gasto desenfrenado de los recursos económicos de una nación paupérrima, que debería utilizar los mismos en su desarrollo y no en estas nimiedades que, al parecer, son el complemento de la “democracia representativa”.

El pasado martes en la noche en la avenida 27 de Febrero, en la inmediaciones de la populosa barriada de Las Caobas, como consecuencia de una manifestación política se armó el desorden más caótico que hemos visto en esta ciudad capital, al extremo, que en su desesperación, los conductores se introducían en el carril de vía contraria.

Nosotros, en nuestro afán de salir de aquel atolladero, nos metimos por una de las calles laterales, que también eran un infierno y, para nuestra sorpresa, una hora después de estar zigzagueando por callejones, volvimos a caer en el nudo formado por la manifestación partidista. Raudo volvimos a regresar donde habíamos estado, para entonces encontrar una anarquía mayor en la avenida que atraviesa Las Palmas, desde donde finalmente salimos a la avenida Luperón, no sin antes haber perdido unas dos horas de tiempo, unos cuantos galones de combustible y un sinnúmero de maldiciones que de parte y parte intercambiamos.

Los programas más populares, tanto de la radio como de la televisión, están invadidos por cuñas de candidatos, muchos de los cuales tienen como único mérito los medios económicos para financiar “su campaña”, que atosigan con un discurso banal, tanto al oyente como al vidente. Así como se efectúan encuestas para determinar el posicionamiento de los contrincantes en la intención de los votantes, se debería llevar a cabo un sondeo que de seguro arrojará como resultado lo negativo de estos anuncios vacuos que en lugar de favorecer los aspirantes, incita a su rechazo. De mi parte, de haber votado en la zona de este “memorable tapón”, hubiese indagado quién era el propulsor y los candidatos que congregaron sus simpatizantes en ese estratégico lugar, para negarle mi sufragio. El problema grande se suscitará este fin de semana, el cual se anuncia como el final de la campaña electoral.

Aquellos que debemos desplazarnos al interior por cualquier razón que fuere, deberemos armarnos de paciencia para atravesar las diferentes comunidades, en donde uno de estos “candidatos” reunirá, a base de donar combustible para las motocicletas, ron para los viajeros de las “voladoras” que contratan, así como bocadillos y refrescos para los pasajeros que asistirán y se prestarán a bloquear arterias principales y así demostrar una popularidad que no poseen.

Existen casos, en que dos movilizaciones de parcelas diferentes se cruzan en una caravana. Las provocaciones y los insultos han sido motivo de enfrentamientos a tiros, piedras y cualquier objeto contundente que en ese momento posea el militante. Lo peor del caso es que las provocaciones incluyen aquellos, que por un motivo atendible deban atravesar por entre la marea humana aglomerada alrededor de una tarima.

Es debido a estos sinsabores por los cuales pasan muchos ciudadanos ajenos al quehacer político, que se está incrementando la abstención electoral. Los ciudadanos se preguntan ¿para qué votar? Para que una sarta de incapacitados se llene los bolsillos en el Congreso o en los palacios municipales.

Ha llegado el momento de que la ciudadanía exija a la JCE que racionalice los recursos económicos que entrega a los partidos políticos. De no hacerlo, debería constituirse un movimiento tendente a corregir este desenfreno de gastos, en un país, que debería concentrar sus esfuerzos y sus recursos económicos en mejorar los hospitales públicos, para que la salud del pueblo mejore y también destinar mayores esfuerzos en la preparación de aquellos que deban enseñar a una población con una educación escolar básica deficiente. La doméstica ni hablar. La intransigencia de algunos ha dado motivo a que vivamos todo el tiempo a la defensiva y en donde, por cualquier quítame esa paja, se arma una trifulca.

El dominicano ha perdido el sentido del orden y cree que las vivezas son la respuesta a una sociedad que cada día que pasa se descompone más. ¡Qué falta hace aquel Manual de Urbanidad que hace años era obligatorio en las escuelas!

¡Estamos hartos; qué bueno que el 14 de mayo ésto llega a su fin!

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