¿Estamos mejor o peor?

¿Estamos mejor o peor?

POR PEDRO SILVERIO
Al cabo de casi ocho meses de gobierno la política económica ha generado resutados tan significativos que algunos críticos han olvidado que al 16 de agosto del año pasado la economía dominicana presentaba un cuadro que podía ser catalogado de muy grave. Se trata, sin embargo, de un olvido consciente, pues algunos de ellos patrocinaron y se beneficiaron de la quiebra moral del pasado gobierno. Una quiebra moral que se tradujo en un empobrecimiento para la mayoría de los dominicanos.

Hemos hecho, como reconoce la mayoría de los dominicanos, notables avances en la solución a los graves problemas heredados. En el centro de estos avances se encuentra la recuperación de la estabilidad cambiaria y el control de la inflación. Muchos dominicanos perciben, sin embargo, que la inflación no ha disminuido a la misma velocidad que la tasa de cambio. Se trata de una percepción que no es del todo correcta. Por ejemplo, al mes de agosto del 2004 la inflación anualizada era del 51%, mientras que a marzo del 2005 la inflación anualizada fue apenas del 4%. Para el período sep. 2004- marzo 2005, la inflación acumulada fue negativa en más de un 2%. Es decir que ha habido un cambio radical en el comportamiento de la inflación, hasta el punto que en 2005 se espera que la inflación sea de un solo dígito.

Ahora bien, durante este período de ocho meses han ocurrido eventos que han limitado el ajuste de los precios internos. El primero de ellos es el incremento en el costo del petróleo, cuyo precio se ha disparado desde unos USD 42 el barril en agosto pasado a casi USD 60 el barril en la actualidad. De este costo dependen otros importantes costos para las empresas y los consumidores. El incremento en el precio del petróleo, empero, ha coincidido con un fortalecimiento del peso dominicano, lo que ha permitido amortiguar gran parte de sus efectos sobre la economía doméstica. Aún así, no se ha podido evitar que los precios de los combustibles registren hoy precios similares a los agosto del 2003. Si la tasa de cambio hubiese sido hoy la misma de hace siete meses, los precios de los combustibles se hubiesen disparado muy por encima de sus niveles actuales. Algo parecido hubiese ocurrido con la tarifa eléctrica.

Existen, además, otras razones. Una ellas es la reforma tributaria que fue necesario aplicar en octubre pasado con el propósito de darle sostenibilidad a las finanzas públicas. Como resultado de esta reforma el impuesto a las transferencias de bienes industrializados y servicios fue incrementado en un 33%, a la vez que se ampliaba su base imponible. Asimismo, se elevaron los impuestos a las bebidas alcohólicas, a los combustibles, y se incrementó la comisión cambiaria hasta llevarla al 13%.

Por consiguiente, el shock petrolero y los eventos señalados han sido factores claves para explicar el por qué muchos dominicanos no perciben que los precios han bajado en la misma proporción que la tasa de cambio. Sin dudas que estas medidas consumieron parte del positivo impacto que la tasa de cambio ha tenido sobre la inflación.

En otro orden, se ha afirmado con mucha frecuencia que la política monetaria ha sido muy restrictiva y que, como consecuencia, no hay liquidez en la economía, lo que a su vez afecta negativamente las posibilidades de una rápida recuperación económica. En lo que se refiere a la restrictividad monetaria y a los que algunos llaman «represa financiera», es claro que la demanda de dinero en la economía dominicana ha disminuido en los últimos meses y que el Banco Central no tiene techos al crédito bancario. La política monetaria ha respondido adecuadamente a las necesidades de liquidez de nuestra economía.

Incluso, algunos analistas insisten en que hay una recesión, y no es cierto. La economía dominicana creció durante los dos últimos trimestres del 2004 y, preliminarmente, podemos decir que ha crecido modestamente durante el primer trimestre del presente año. De manera que es incorrecto, desde el punto de vista técnico, decir que estamos en una recesión. No obstante, se debe estar consciente de que un necesario programa de ajuste, como el que hemos aplicado, ha debido tener un impacto contractivo sobre el nivel general de la actividad económica, principalmente en la demanda agregada.

Ahora, los esfuerzos de política económica se deben focalizar, tal como se está haciendo, en lograr la recuperación del crecimiento económico. Esto implicará una política fiscal menos conservadora, pero siempre dentro del marco establecido en el acuerdo con el FMI. Adicionalmente, con la inversión extranjera que ha comenzado a fluir hacia nuestra economía, especialmente en el área turística, y una esperada reactivación del crédito, se propiciará una recuperación gradual y creciente de la economía dominicana.

En cuanto al déficit cuasi fiscal del Banco Central, se ha perdido de vista que su magnitud ha estado disminuyendo y que en el 2005 se espera una reducción del mismo equivalente a un 1% del producto interno bruto (PIB). Esto quiere decir que independientemente del monto de los certificados, el costo absoluto y relativo es menor y que, por lo tanto, se ha mejorado la sostenibilidad financiera de los mismos.

La disminución del déficit cuasi fiscal, mediante una caída enorme de las tasas de interés, ha permitido que el Banco Central concentre sus esfuerzos en el diseño de una estrategia que en el mediano plazo implicará la realización de activos de su propiedad y la de los activos que recibirá del gobierno central para que sean utilizados para redimir una gran parte del stock de certificados. Asimismo, se espera que después de la reforma fiscal contemplada en el programa con el FMI para el año 2006 el gobierno esté en condiciones de, además, aportar recursos equivalentes a por lo menos un 1% del PIB para disminuir el stock de certificados.

Pero esos analistas nos recriminan porque en ocho meses se ha logrado la estabilidad cambiaria, el control de la inflación, la recuperación de las reservas netas internacionales desde un nivel negativo de USD 17 millones en agosto del 2004 a más de USD 430 millones en la actualidad, la normalización de los pagos internacionales que al mes de agosto pasado tenían atrasos cercanos a los USD 200 millones, la viabilidad de las finanzas públicas, la reducción de las tasas de interés, y la mejoría sustancial de las expectativas de los dominicanos. Bajo cualquier estándar se trata de logros extraordinarios.

Finalmente, unos comentarios relacionados con el mercado cambiario. El Banco Central no tiene un objetivo de tasa de cambio; por lo tanto, no hay una tasa preferida. El objetivo es la estabilidad de precios. Cada quien hace su cálculo de tasa de cambio real, y luego trata de ajustar la realidad a una tasa calculada con todas las limitaciones teóricas y prácticas que se conocen. La actual tasa de cambio refleja una realidad macroeconómica y unas expectativas que no pueden ser alteradas con el propósito de resolver los problemas de competitividad de un determinado sector. Es ilusorio hacer esto, pues las ganancias cambiarias que se derivan de la devaluación son posteriormente anuladas con un período de apreciación de la moneda; es decir, que en el mediano y largo plazo las pérdidas y las ganancias cambiarias se anulan.

Tomando como referencia la idea de Milton Friedman de que el realismo de los supuestos no necesariamente mide la validez de un modelo, y que es preferible medir esa validez por los resultados o por la capacidad predictiva de un modelo, me parece pertinente que evaluemos la política económica de la presente administración por sus resultados, y contestemos con honestidad esta simple pregunta: ¿Estamos hoy mejor o peor que hace ocho meses?

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*El autor es economista y gerente del Banco Central de la República Dominicana.

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