¿Están en crisis los partidos?

¿Están en crisis los partidos?

ROSARIO ESPINAL
Se dice con frecuencia que los partidos políticos dominicanos están en crisis. El argumento se sustenta en varias razones: la falta de liderazgos ideológicos fuertes como los que existieron en los años sesenta y setenta, la lucha de facciones intra-partidarias sin diferenciación ideológica, la corrupción y el clientelismo, las precarias gestiones gubernamentales, y la poca confianza de la ciudadanía en los partidos.

Con estos criterios de referencia, los partidos políticos dominicanos están ciertamente en un proceso de deterioro que podría denominarse estado de crisis. Sin embargo, la ciudadanía continúa expresando un apego inusual a esos partidos.

Así lo evidencia la encuesta de Opinión Pública de América Latina 2006 (LAPOP por sus siglas en inglés) para la República Dominicana. Por ejemplo, a pesar del descontento con los partidos, la mayoría de los dominicanos considera que no puede haber democracia sin ellos.

En una escala de 7 puntos, donde 1 significa estar en desacuerdo con la idea de que puede haber democracia sin partidos y 7 estar de acuerdo, la República Dominicana registró un promedio relativamente bajo de 3.4. El puntaje más bajo lo obtuvo Costa Rica con 3.3 y el más alto Guatemala con 6. Esto quiere decir que los costarricenses y dominicanos valoraron más la importancia de los partidos para la democracia que los guatemaltecos.

Por otro lado, la confianza en los partidos políticos dominicanos no es tan baja desde una perspectiva comparada. En una escala de 7 puntos, donde 1 significa que no confía y 7 que confía mucho, el promedio dominicano es 3.1. Ecuador registró el nivel de confianza más bajo con 1.9 y México el mayor con 3.6.

En otro aspecto importante de valoración partidaria encontramos que, a pesar de que la simpatía por un partido ha disminuido en República Dominicana de 70% en 1994 a 60% en 2006, el porcentaje de dominicanos que dijo simpatizar por un partido es el mayor con relación a los países latinoamericanos encuestados en 2006. El segundo lugar lo ocupa Nicaragua con 50% y el último Guatemala con 15%.

Para el caso dominicano, encontramos que un mayor nivel educativo produce una ligera tendencia hacia menor simpatía partidaria y lo mismo ocurre en los grandes conglomerados urbanos como la zona metropolitana de Santo Domingo. Con respecto a la participación en actividades partidarias, 15% de los dominicanos dijo asistir a actividades de un partido o movimiento político por lo menos una vez al mes, y 20% dijo haber trabajado para algún candidato en las elecciones presidenciales de 2004.

Esto demuestra que un segmento significativo de la población se involucra directamente en las actividades partidarias.

El interés en la política entre los dominicanos es también significativo: 40% reportó tener mucho o algo de interés en temas políticos; mientras 75% dijo que lee, oye o ve noticias políticas con frecuencia o a veces. Del 60% que dijo simpatizar con un partido político, 68% expresó preferencia por el PLD, 23% por el PRD y 7% por el PRSC.

Los cambios en las preferencias partidarias se evidencian en estos datos: 15% de los que dijeron simpatizar por un partido político, indicaron haber simpatizado por un partido diferente en los cinco años anteriores. El 51% indicó que su preferencia anterior era por el PRD, 33% por el PRSC y 15% por el PLD.

Esto indica que se ha producido un realineamiento en las preferencias partidarias. El PRD es el partido que ha experimentado mayor pérdida en su base de simpatizantes en los últimos años.

Este realineamiento podría ser un fenómeno temporal, porque en las democracias precarias las preferencias partidarias tienden a experimentar gran volatilidad. Pero también podría representar un deterioro de popularidad difícil de revertir.

Sucede que mientras en las democracias desarrolladas los grandes giros en las preferencias partidarias reflejan cambios ideológicos que marcan épocas políticas, en las democracias precarias los cambios en las preferencias partidarias tienden a ser producto de ilusiones o desilusiones pasajeras.

Como resultado, los realineamientos electorales en las democracias desarrolladas no conllevan una disolución de los partidos, los cuales, a pesar de la impopularidad que padezcan en determinados momentos, mantienen su estructura y base fundamental de apoyo.

En las democracias precarias, por el contrario, los vaivenes en las preferencias electorales tienden a corroer las organizaciones partidarias, porque cuando están fuera del poder no se reciclan ideológicamente, como ha ocurrido en varios países latinoamericanos en los últimos 20 años.

En el caso dominicano, los partidos políticos enfrentan actualmente serios problemas inherentes a la transición de liderazgos, en un contexto carente de diferenciación ideológica y plagado de clientelismo y corrupción. Pero el sistema de partidos como tal no enfrenta una crisis terminal.

Los partidos dominicanos todavía concitan el apoyo de amplios segmentos de la población y el sistema partidario ofrece alternativas mínimas para canalizar por lo menos los descontentos.

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