¿Están locos? ¡No en la isla Beata!

¿Están locos? ¡No en la isla Beata!

Samuel Luna

Estoy sorprendido, atónito y perplejo cuando escucho y leo la propuesta descabellada y destructiva de un bloque de diputados que promueven la construcción de una cárcel en nuestra bella isla Beata. Pero, Dios mío, ¿porqué una cárcel en una isla con potencial para desarrollar el turismo, para generar empleos y promover el cuidado del medio ambiente.

Me sorprende el silencio ante esta propuesta de construir una cárcel en medio de una isla llena de vida y de encantadores colores. Realmente prefiero creer que este silencio se debe a la poca información que posee el pueblo dominicano sobre la isla Beata. Es bueno que cada dominicano entienda y sepa que la isla Beata es la segunda isla más grande del territorio dominicano, su ubicación es estratégica para el desarrollo del turismo porque se encuentra a 32 millas de la provincia de Pedernales y 70 millas de Barahona, provincias que nos garantizan la presencia del Sol durante casi todo el año, que es precisamente lo que busca el turista de países fríos y sin playas.

Me asusta como algunos diputados, sin consultarnos, sin preguntar al pueblo dominicano, quieren destruir la belleza natural y ecológica que poseemos como isleños y perpetuar el terror que sembró el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina en la isla Beata, cuando levantó un monumento llamado cárcel que simbolizaba el rechazo a la democracia, la promoción al miedo, a la opresión y a la muerte de forma inhumana; fue en esta isla que Trujillo levantó la cárcel más cruel e inhumana de aquella época. Entendiendo esa historia de dolor, la isla Beata debe ser bautizada como un monumento ecológico que promueva la vida, que nos recuerde la presencia de nuestro mayor grupo étnico, los taínos. Debemos redimir los lugares profanados por nuestros malos gobernantes y convertirlos en espacios que produzcan crecimiento económico, relajamiento, educación ambiental, y claro, educación en el área del turismo. No podemos usar nuestros espacios productivos con el pretexto de construir una prisión en la isla Beata que pueda descongestionar las cárceles dominicanas porque se encuentran sobrepobladas y hacinadas; la mejor forma de reducir esa población de presos es mermando la corrupción y para esto se necesitan gobernantes con “colmillos afilados” que puedan desgarrar de forma inmediata el caos organizado que impera en este pequeño país. Gobernantes con colmillos y manos duras que corten el desorden carcelario que todos conocemos.

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Debemos hacer un ejercicio imaginario, mental, y visualizar esos presos en una isla aislada de la prensa, de los familiares, de los abogados, de los sacerdotes, de los pastores. ¿Estamos percatados del desorden en nuestro sistema carcelario? ¿Realmente podemos decir en la actualidad que las cárceles existentes funcionan y son canales para transformar a los presos? Claro que no, es un espacio lleno de abusos, donde los estudios han reflejados que el sistema carcelario dominicano no forma, lo que provoca es involución moral, y como resultado final más criminalidad.

La isla Beata es parte del Parque Nacional Jaragua, es la segunda isla más grande de la República Dominica, con una fauna insular que posee caracol gigante, nosotros le llamamos lambí; posee cangrejos, tortugas marinas y langostas. Además, hay una presencia de iguanas, geco, y cabras salvajes. La isla Beata está rodeada de agua azul, nuestro bello Mar Caribe. Entendiendo esas características naturales, deberíamos iniciar hoy mismo un proceso de planificación para convertir a la isla Beata en un monumento turístico.

Aquí queremos dejar solo dos propuestas que sirven de iniciativa para un mejor uso de la isla Beata:

  1. El ministro de turismo de nuestro país, puede convertir la isla Beata en un centro de estudios de hotelería y turismo, haciendo alianzas con universidades nacionales e internacionales.
  2. Ese mismo centro de estudio servirá de plataforma para construir una estructura para hoteles y así crear una sinergia que provoque la presencia de un turismo constante y de calidad.

Cuando mejoremos nuestro estilo de gobernar y de administrar los bienes del Estado sin corrupción, nos veremos obligados a cerrar algunos centros carcelarios; de lo contrario, el país entero se convertirá en una cárcel infernal.