El crecimiento de 12% que se prevé para nuestra economía por mucho supera lo que se esperada en 2021. Es enorme el diferencial con respecto a lo que pronostican la CEPAL, la OCDE y la Comisión Europea, de 6% como media para las economías de América Latina y el Caribe y 5.6% la economía mundial.
Igual sucede con el PIB per cápita, en el informe conjunto que publicaron la semana pasada sostienen que el promedio de la región latinoamericana no volverá a niveles anteriores a la pandemia hasta 2023 o 2024.
La historia se cuenta diferente en nuestro caso, el per cápita de este año terminará en US$8,800, superando los US$7,544.5 de 2020 y el nivel prepandemia (2019) de US$8,583.1.
El aumento del per cápita de 16.7% y 2.5%, respectivamente, desmiente a los que meses atrás se confundieron interpretando erróneamente que el rápido crecimiento de las actividades económicas era solo rebote estadístico al comparar con la brutal caída de 6.7% del PIB en 2020.
Como es un hecho la recuperación y el avance del PIB, en agosto el Banco Central comenzó a girar su política monetaria, el objetivo es recoger el exceso de circulante para contribuir a que la inflación se ubique alrededor de la meta de 4% a mediados de año, sin poner en peligro el crecimiento y la creación de empleos en 2022.
Significa que está garantizada la financiación de los proyectos del sector privado, lo que mantendrá elevados los niveles de demanda que aceleran la oferta de bienes y servicios, con lo cual la demanda nacional continuará como motor principal de las actividades económicas.
Manteniéndose alerta como guinea tuerta con la nueva versión del virus que se expande rápidamente, hasta el punto de que para “Kristalina Georgieva, directora del FMI, puede hacer mella en la confianza, por lo que probablemente el Organismo Internacional tendrá que recortar las proyecciones del crecimiento global”.
Termino la nota indicando que la CEPAL, la OCDE y la Comisión Europea, citan cuatro trampas para el crecimiento económico inclusivo de la región: la baja productividad, la desigualdad, la debilidad de las instituciones y la amenaza a la sostenibilidad ambiental.
Me refiero solo a la productividad laboral, una medida básica del rendimiento de la economía, que según la Organización Internacional del Trabajo es la relación entre el PIB y recursos laborales consumidos. La aproximo con la productividad aparente del trabajo (crecimiento del PIB menos la del trabajo), anual promedio 3.0% porque los empleos aumentaron 3.09%, cada año 132,977 nuevos ocupados, y 6.08% el PIB, de 2015 a 2019.
Es decir, en el periodo el PIB avanzo en actividades de alta y baja productividad aparente del trabajo, tendencia que se ha mantenido en 2021, nos lo dicen las siguientes cifras de la encuesta continua del mercado de trabajo del Banco Central.
Reporta que se evaporaron 421,000 empleos directos e indirectos en los peores seis meses de la pandemia, de enero a junio 2020, de estos, en doce meses, del trimestre julio-septiembre 2020 al mismo trimestre de 2021, se recuperó el 72%, en términos absoluto 303,000 ocupaciones, quedando pendiente 118,000. Se espera completar el 100% a final de años.
Pronósticos de la Cepal, CE y OCDE difieren mucho de los nuestros
Está garantizada la financiación de los proyectos del sector privado
Demanda nacional continuará como principal motor de la economía