Esto es muy serio

Esto es muy serio

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
El poder de la Iglesia Católica en nuestro país es inmenso. Ese poder  ha sido, en muchos casos, una retranca para el progreso. Algo peor: ese poder ha contribuido a convencer a los feligreses de que lo malo es bueno.

Basta con dos ejemplos: la actitud de la Iglesia Católica, como institución, durante la tiranía de Trujillo y ante el gobierno de 1963, del Partido Revolucionario Dominicano, presidido por Juan Bosch.

Genuflexión, armonía, predicar las “bondades” del régimen de Trujillo y ocultar las maldades. Contribuir a adormecer el espíritu de libertad natural en el ser humano, a cambio de la “libertad” que ofrecía el régimen.

Si la iglesia Católica estaba con Trujillo y a favor de Trujillo es porque el bueno era Trujillo y los malos eran sus opositores, aquellos que luchaban por la democracia y la libertad.

Treinta años de respaldo irrestricto al tirano, a cambio de edificios para iglesias, colegios y casas para curas, para retiros y para enseñanzas a monjas y curas, fueron un precio demasiado bajo, dado el daño producido.

Se hizo un gran daño a la creencia en el buen Dios, distorsionada por los intereses terrenales. Ello, porque durante siglos se confunde al creyente con que el sacerdote es una suerte de Dios en la tierra, por tanto, las culpas del cura se pagan en disminución de la fe, por lo menos en el caso católico dominicano.

A Juan Bosch, la Iglesia Católica de 1961 y años siguientes le abrió fuego desde el principio.

Curas usaron los púlpitos para predicar en contra del Partido Revolucionario Dominicano, malagana que permanece en muchos y distintos niveles católicos.

Crearon las condiciones para un debate público entre el inteligente sacerdote jesuita Láutico García y Bosch, para provocar que el voto no favoreciera al candidato perredeísta. Les salió el tiro por la culata.

Hay que ver la euforia anticomunista de la Iglesia Católica entonces.

El pueblo católico perdonó esas actitudes divorciadas del interés de la feligresía.

La actitud de la cúpula de la Iglesia Católica durante la Guerra de Abril de 1965 no pudo ser más lamentable.

Hay quienes desde el púlpito y desde la dirección de colegios católicos hacen todo el esfuerzo para que la gente abandone la iglesia y busque confesiones cristianas diferentes para adorar a Dios. Esa es una realidad que se palpa en el número de seguidores del protestantismo en sus diferentes versiones.

Siempre he dicho que no temo a Dios, lo amo. No se ama a quien se teme. Se ama o se teme; yo amo.

Las informaciones y reflexiones anteriores las produce un dramático comunicado de petromacorisanos quienes demandan que la Iglesia Católica saque de allí al obispo y a un cura extranjero. Lo nunca visto.

Las motivaciones están contenidas en la publicación aparecida el miércoles pasado en este diario.

La Iglesia Católica tiene la sabiduría de muchos siglos, en los cuales ha visto correr tanta agua debajo de los puentes que, en ocasiones, parece no escuchar, no hablar, no ver; pero no es así.

Imagino que vendrán otros comunicados de gente que respalda al monseñor y al cura, pero ¿es la iglesia un partido político en el cual se imponen candidaturas y  posiciones, en contra de la voluntad de los miembros?

¿Acaso conviene andar en dimes y diretes entre feligreses disgustados y sacerdotes acusados de engreídos, abuso de poder y de inmiscuirse en el delicado tema de los haitianos ilegales, de disponer de propiedades de manera antojadiza y de forzar para desconocer la historia?

La suerte está echada. Esperemos a ver. Pero pongamos mucha atención a este asunto, inédito en el país.

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