Esto no es Francia

Esto no es Francia

ANTONIO GIL
Hace unos días escuché a un sacerdote del comité de jesuitas que ha tomado la defensa de los inmigrantes haitianos cuando afirmó, en un noticiario radial, que los dominicanos deberíamos esperar un levantamiento como el que ocurre en Francia. Se refirió a las injusticias que padecen los haitianos que están en el país y que eso sería el detonante para iniciar protestas, tan violentas como las ocurridas en Francia.

Creo que estos sacerdotes, la Iglesia Católica y todas las iglesias, deberían evitar mencionar estas cosas que puede derivar en un mensaje subliminal y, en cambio, trabajar para que una situación como esa sea evitada.

Como extranjeros que son estos sacerdotes tienen un equivocado enfoque de la realidad social y política del país. La ignorancia, por sí sola, induce a cometer errores que pueden costar muy caro, sobre todo y en este caso, a mucha gente inocente.

Estos sacerdotes, quizás ignoran o no toman en cuenta, que la República Dominicana no tiene las mismas condiciones geográficas y sociales, y, mucho menos, las mismas instituciones públicas que Francia. Tenemos muchas instituciones con los mismos nombres, quizás, pero no funcionan igual ni quienes las integran las hacen funcionar igualmente.

Estos sacerdotes deben tener en cuenta que la inmigración de africanos y musulmanes en Francia representa una parte ínfima de la población general. Además, Francia tampoco hace frontera con ninguno de los países africanos o del Oriente Medio, de donde provienen los inmigrantes a los que se les atribuye el caos de las últimas semanas.

En cambio, la República Dominicana tiene entre 10% y 20% de haitianos identificables en su territorio y compartimos la frontera y una isla. Así es que deben percibir que si en territorio dominicano se plantea un desorden con los niveles de caos que llevó al gobierno francés a declarar el Estado de sitio, sería un detonante peligroso para generar venganzas estériles.

En primer lugar, estos sacerdotes deben tener en cuenta que la policía ni las tropas militares dominicanas están en capacidad de contener una poblada de proporciones inmensas, como se demostró en 1965, y mucho menos contenerla con los criterios de orden institucional con que se ha hecho en Francia, como se demostró aquí en 1984. Aunque han pasado 40 años de uno de estos sucesos y más de 20 del otro es evidente que las instituciones no han cambiado y que en algunos aspectos han empeorado.

En segundo lugar, en este momento hay muchas armas en manos de la población, haitiana y dominicana, un factor que no existía en 1965 ni en 1984 y, otro es que los agentes policiales y los militares  –como humanos que son– tenderán a proteger sus amenazadas vidas primero. La respuesta puede ser feroz, sobre todo cuando se interrumpe el orden institucional.

En tercer lugar, tampoco deben olvidar que los policías y militares reaccionarán como todas las personas que se sienten amenazadas porque en su gran mayoría son dominicanos. A esto súmesele que los haitianos, aunque se sientan invasores, como ocurrió en el pasado, deberán defenderse, como es lógico esperar.

El caos que eso generaría sería tan grande que es muy probable que las Naciones Unidas tengan que intervenir para tratar de impedir una guerra internacional. ¿Quién querrá algo como eso?

Creo que es mejor que estos sacerdotes oren para que esto no suceda e impidan que se le inculque esto a quienes tienen a su cuidado.

Hace ya casi 20 años propuse en un artículo periodístico que los dominicanos iniciáramos una cruzada para pedir ayuda internacional para asistir a Haití, porque estoy convencido que ninguno de los países que contribuyeron al declive haitiano harán nada. Planteaba que Haití, por tanto, es nuestro problema y que es poco lo que debemos esperar de otras naciones para ayudar a los haitianos. Hubo algunas respuestas para organizar esa cruzada, pero en eso tomó cuerpo la locura de Jean Bertrand Aristide y empresarios que la comenzaron se echaron hacia atrás. Ahora hay otros grupos que lo intentan, pero han aparecido estos sacerdotes que parecen desesperados por una situación que luce incontenible para los haitianos. La desesperación, en este y en otros casos, es mala consejera.

Estos sacerdotes desconocen la historia dominicana y desconocen lo que es la historia haitiana frente a los dominicanos. No deben olvidar que tenemos una frontera común y Haití es producto del saqueo y el tráfico de esclavos de belgas, holandeses y franceses. Que los dominicanos no tenemos la culpa de lo que esos bárbaros blancos dejaron allí.

Aunque en el siglo XX a los dominicanos se les atribuye el genocidio de 1937 contra los haitianos que habían cruzado ilegalmente la frontera, los haitianos, mucho antes, habían exterminado—en genocidios sucesivos— quemando poblaciones enteras de dominicanos, con niños y sacerdotes incluidos, en seis oportunidades en el siglo XIX. Esos horrores todavía son parte de la historia oral dominicana.

Es mejor, pienso, no hablar de pobladas. Es mejor no espantar las avispas. Esto no es Francia…

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