No hay manera de que uno pueda permanecer al margen de un esfuerzo periodístico como el de la revista Clave Digital que fuera lanzada al público nacional e internacional esta semana a través de la red de internet.
Influye, desde luego, el saber que es el fruto de los afanes de periodistas de la categoría profesional, intelectual y moral de Fausto Rosario, Víctor Bautista y Gustavo Olivo, a quienes conocí en las aulas universitarias y desde entonces no he podido desligarme de ellos, pues brillaban desde antes del despunte.
Hay muchas otras razones para desear larga y fructífera vida a esta nueva publicación, que un día cercano deberá encontrar auspicios suficientes para convertirse en revista impresa, aunque no abandone el mundo mágico del ciberespacio.
La principal es que este proyecto es fruto de la pasión profesional de gente joven capaz de poner el interés nacional por encima de todo, hasta el punto de arriesgarse a las limitaciones de vida, porque conlleva mucho trabajo y pocas perspectivas de remuneración apropiada.
Se trata de un proyecto llamado a ofrecer muchas satisfacciones profesionales y escasas remuneraciones materiales. Como ha sido casi siempre el buen y gran periodismo, que renueva los sueños de justicia, de libertad y progreso. Que se arriesga y no teme a los tropiezos que acechan en esos caminos.
Clave Digital reivindica el derecho a la libertad de información, a la investigación profunda de los acontecimientos que afectan a la sociedad, y a la difusión más amplia posible dentro del contexto legal y moral. Pero sin ocultar ni acomodar los hechos.
Aunque no pueda comprometerme a fondo con Clave Digital, tiene mi apoyo y simpatías, en estos momentos difíciles en que se cierran medios de comunicación, especialmente las dos mejores revistas semanales que se han editado en el país.
Hay una razón adicional: las características innovadoras y el atrevimiento que conlleva este proyecto periodístico me recuerda numerosas batallas en las que me tocó soñar el periodismo en el pasado. Desde los días originales de Diálogo en plena lucha contra la intervención extranjera de 1965, pasando por el Firme de los doce años de Balaguer, hasta culminar en El Nuevo Diario de los años ochenta.
Ninguno de esos proyectos originales se pudo mantener definitivamente, aunque el diario sobrevive heroicamente pero cada vez más lejos de su concepción inicial, que tanta aceptación tuvo en la sociedad de la época. Pero diría que cada uno cumplió su etapa de fertilidad, sirvió a la sociedad y fue germen de nuevos talentos profesionales, plenos de imaginación y generosidad.
Diálogo fue la expresión de las juventudes católicas frente a la ignominia de la guerra y de la invasión extranjera. Fruto de un notable grupo de jóvenes que se divertían pensando en lo que podrían hacer por su comunidad. No se murió, sino que quedó congelado, cuando casi todos tuvimos que marchar a universidades extranjeras, al final de la revolución constitucionalista.
Firme fue un compromiso más profesional, que pretendió vincularse a los trabajadores organizados y a una izquierda que resultó incapaz de construir cosas permanentes y unitarias. En sus 27 ediciones semanales no logró producir ni siquiera para cubrir los materiales. Pero todo el equipo terminó feliz del deber cumplido y todavía recordamos esa experiencia como un gran escalón de crecimiento.
Más tarde llegó El Nuevo Diario y en aquellos primeros años constituimos un equipo profesional excepcional, con logros tan notables que el Consejo Nacional de Hombres de Empresa de la época distribuyó una circular donde lo declaraban hostil a los intereses empresariales.
Todo porque hicimos campañas contra el contrabando, las exoneraciones y la evasión impositiva al amparo de las leyes de incentivo y porque denunciamos la voracidad de empresas nacionales y extranjeras.
Materialmente El Nuevo Diario me empobreció, y por primera vez me descubrí sin ahorros, pero fue otra experiencia periodística inolvidable. Hizo aportes importantes a la modernización del periodismo, en materia de titulación y resúmenes y en el renglón de investigación. Lo abandoné cuando se demostró que aquel sueño no era sostenible.
Clave Digital llega en tiempos de mayor madurez para todos. Ahora hasta sectores extranjeros y del empresariado nacional le dan la bienvenida. Tiene mayores posibilidades de afianzamiento y supervivencia en un mundo más plural, aunque como siempre implica riesgos. Pero ahí está la clave. Lo que no implica riesgo es rutina, vanalidad e intrascendencia.