¡Estoy de acuerdo con cantar el Himno Nacional!

¡Estoy de acuerdo con cantar el Himno Nacional!

A Roberto Fulcar de Tony Raful

Expreso algunas inquietudes lla­madas a forta­lecer la política educativa em­prendida por el actual go­bierno en pro de la concien­cia ciudadana, su intenso programa aplicado en me­dio de la pandemia, para el aprendizaje y aprovecha­miento de conocimientos. No debe haber la menor du­da del proceso iniciado en Educación, con transparen­cia y sentido nacional de Patria. Es asombroso el iti­nerario fallido de las admi­nistraciones anteriores en materia educativa, adolecido de una ausencia de funda­mentos básicos para el culti­vo de ideas patrióticas, como herramientas para fomentar el culto a las ideas troncales de la nacionalidad.

El analfabetismo patrió­tico es una espina clavada en el cuerpo de la nación. Incluso de profesionales y técnicos, que independien­temente de la formación que poseen en sus áreas de trabajo, exhiben una or­fandad aterradora, a la ho­ra de abordar el tema de la nacionalidad y los cami­nos del sacrificio de nues­tros padres fundadores. De ahí se desprende la falta de fe en la nación, la desidia, el disminuido interés en pre­servar nuestras conquistas, así como la ignorancia su­pina sobre los articulados que consagran nuestro des­tino como nación indepen­diente. Enrolados en la per­cepción de generalización banal, contexto del mun­do globalizado, aplicación de métodos y funciones ba­sados exclusivamente en la rendición material de bene­ficios, aún sea a costa de la caída vertical de la naciona­lidad. Confunde el país con sus registros bancarios y ha­cen de la especulación, obje­tivos y fines de su paso por la existencia.

La Patria es un bien supre­mo, es el altar glorioso de nuestros héroes y mártires, es el emblema del sacrificio de generaciones que cimen­taron la nacionalidad sobre principios éticos y sentido creador de realizaciones so­ciales y humanas. Recuerdo en mis primeras instruccio­nes educativas en la niñez, la clase obligatoria de moral y cívica. Ahí aprendimos a honrar la bandera nacional, a cantar el himno a la escue­la, antes de iniciar nuestras clases. Esa es la raíz duartia­na, la esencia del predica­mento de la nación, nuestro compromiso de honrar su enseña con la sangre si fuera necesario.

Sólo en el ejercicio pleno de nuestras facultades nacio­nales podemos y debemos ejercitar los vínculos de so­lidaridad y cooperación con los pueblos y naciones. La identidad es el sello de inicia­ción social e histórica. Cada pueblo expresa en su forma­ción histórica los elementos constitutivos de su existen­cia, las claves ideológicas de sus conquistas, la diferencia­ción necesaria para que res­petándonos como naciones, podamos establecer y fo­mentar lazos de intercam­bio comercial, social y cultu­ral. Ignorar esos elementos es jugar con el destino de los pueblos. Es por ello que la bandera es una diferen­ciación necesaria. Hay en la bandera un jolgorio de amor y dignidad que cubre sobre la tierra, el destino glorioso de un pueblo. La idea del ac­tual Ministro de Educación Roberto Fulcar, de que se pi­da a los estudiantes cantar el Himno Nacional escrito por Emilio Prud Homne y con música de José Reyes, no tie­ne desperdicios. La memoria ardiente es Patria. Y Patria es honor y dignidad.

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