Estrategia, Kissinger y el Cafta

Estrategia, Kissinger y el Cafta

HUGO GUILIANI CURY
Henry Kissinger ha sido en las ultimas décadas uno de los más influyentes diseñadores y hacedores de la política exterior norteamericana, la cual, según él, es una mezcla de idealismo, intereses y realismo. En uno de sus libros Kissinger sostiene que Estados Unidos debe mantenerse abierto a los acuerdos bilaterales de libre comercio.

Esto así, indica Kissinger, debido a que Estados Unidos no debe quedarse estático en su política comercial, si el Acuerdo de Libre Comercio para las América (ALCA) no avanza. Sin embargo, en los círculos académicos (Think-Tanks) de Washington en el 2002 prevalecía un criterio diferente, el cual indicaba que Estados Unidos tenía que concentrarse en el ALCA y no perder tiempo ni recursos en negociaciones bilaterales con pequeños países. En esa forma según esos círculos se evitaba la proliferación en el hemisferio de tratados bilaterales que podrían dar lugar al llamado “Spaghetti Bowl”. Este era uno de los principales obstáculos que se me presentaba en la búsqueda de que la administración del Presidente Bush cambiara su agenda comercial y aceptara la posición dominicana que buscaba lograr un Tratado de Libre Comercio para no quedarse detrás de Centroamérica. Tenía entonces que actuar bajo un difícil escenario, en el cual nuestra posición estaba en contra de la opinión prevaleciente en los círculos de poder y académicos de Washington, Sin embargo, a medida que el tiempo transcurría, las negociaciones en el ALCA se dificultaban y las informaciones me indicaban que este no estaba avanzando y que de haber un impasse con Brasil, los Estados Unidos tendrían que proseguir la ruta de los tratados bilaterales. Mientras eso ocurría la oficina de negociaciones comerciales de Estados Unidos (USTR) hacia todo lo posible para que los brasileños siguieran negociando en el ALCA.

No obstante, debo confesar que la posición norteamericana de sólo negociar en el ALCA, y de no querer hacer nuevos tratados bilaterales a veces me parecía un obstáculo insalvable para poder lograr nuestros objetivos. Sin embargo sabía que el avance y viabilidad del ALCA dependería de lo que Brasil decidiera. Decidí, por tanto, monitorear diariamente las declaraciones y decisiones de las autoridades brasileñas sobre este tema y así mantenerme informado de lo que hacían.  En esa forma conocería cómo y en qué momentos podría dar ciertos pasos hacia el objetivo que buscaba.

Simultáneamente procedí a elaborar una serie de argumentos que daban fortaleza a la posición dominicana para un Tratado de Libre comercio, los cuales utilizaba en las presentaciones que hacía y en las conversaciones que tenía con personajes importantes de la política y la economía en Washington. En esas presentaciones siempre terminaba haciéndome la pregunta del por qué Estados Unidos deseaba beneficiar a Centroamérica con  el CAFTA dándole  concesiones bilaterales especiales a esa región y no a la República Dominicana.

En diciembre del 2002 Luiz Ignacio Lula Da Silva, Presidente electo del Brasil en un discurso delineó lo que sería su política exterior, y en éste dejaba ver claramente cuál sería la posición de los brasileños en el ALCA. Lo que Lula dijo en aquel entonces fue lo siguiente: “Estados Unidos está actuando selectivamente cuando declara que asuntos cuya solución debe conocerse en el ALCA, quiere que éstos sean discutidos en la Organización Mundial de Comercio (OMC), mientras al mismo tiempo intenta apresurar las negociaciones en el ALCA sin querer discutir lo referente a los productos agrícolas”. Era obvio que los brasileños no estaban de acuerdo con la posición negociadora de Estados Unidos en el ALCA, y que por tanto no se avanzaría hasta que se resolviera el tema agrícola y muy especialmente lo concerniente al azúcar, los cítricos, la soya y el acero que eran los productos que a Brasil le interesaban.

Sin embargo, la administración del Presidente Bush seguía cortejando en diferentes formas al próximo Presidente brasileño. Una de ellas fue recibirlo en la Casa Blanca cuando todavía era Presidente electo. Ese era un hecho excepcional en Washington, que reflejaba el interés de la administración del Presidente Bush de tener un  acercamiento con el presidente del Brasil. En el otro lado los hábiles estrategas y negociadores de la cancillería brasileña trataban a su vez de no causar malestar en las relaciones bilaterales con Washington. Pero a nivel regional dentro del proceso de negociaciones en el ALCA daban larga a los temas más espinosos de ese foro. Así ganaban tiempo para que el nuevo gobierno brasileño resolviera problemas apremiantes que tenían en el área financiera a nivel internacional.

Como en la década del ochenta había tenido la oportunidad de negociar en diversas ocasiones con los  brasileños y por tanto  conocía de la destreza negociadora de su cancillería, podía darme cuenta de sus intenciones y de la estrategia que utilizaban dando larga al tema del ALCA pero sin confrontar a los americanos en otros asuntos de carácter bilateral. Era lógico que esa estrategia sólo sería posible por un tiempo y ese momento era el que yo esperaba. Mientras tanto continuábamos ganando terreno en la posición de que República Dominicana necesitaba tener un TLC con Estados Unidos y que no era correcto ponerla en desventaja frente a Centroamérica. Este argumento fue gradualmente calando en los diversos sectores de decisión en Washington. Simultáneamente íbamos resolviendo asuntos que afectaban las relaciones comerciales entre los dos países, siendo uno de los mas difíciles el tema sobre propiedad intelectual.   Entonces en la Primavera del 2003 llegó un momento en que era visible que el ALCA estaba estancado debido a la posición de Brasil.  Cuando esto era ya una realidad, nuestros argumentos cobraron una mayor fuerza y finalmente en el verano del 2003 se logró que el Presidente George Bush enviara la carta al Congreso norteamericano indicando que su gobierno próximamente negociaría un Tratado de Libre Comercio con República Dominicana. Todavía en esos instantes no estaba definido si sería un bilateral o si nos incorporaríamos al CAFTA. En definitiva fue así como se pudo cambiar la agenda norteamericana y lo cual daba por terminada la primera fase del proceso que había denominado como “Estrategia hacia un TLC con Estados Unidos”.

Recuerdo que en aquellos días conversé sobre ello con McLarty, el socio de Kissinger, sobre cómo algunos de los conceptos de Kissinger me habían servido como una herramienta para lograr un cambio en la política comercial externa de su país. Poco después Kissinger me escribió indicándome que se sentía complacido de que sus ideas me hubiesen servido para lograr modificar la posición norteamericana para que Republica Dominicana pudiera integrarse al CAFTA. Este relato nos enseña dos cosas: una de ellas es conocer algunos de los antecedentes de cómo pudimos incorporarnos al CAFTA y la otra hacernos ver que el realismo y el pragmatismo son parte esencial de la política exterior norteamericana.. De mi parte espero que estas experiencias le sirvan a los futuros estrategas y negociadores dominicanos.

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