Está fuera de todo cuestionamiento que para 2030 la economía china será la más grande del mundo –y no solo por el índice del Poder de Paridad Adquisitivo, PPA, del que el FMI la sitúa como líder desde 2015 -, con India ocupando el segundo lugar y Estados Unidos en el tercero, del que no es previsible sea desplazado. Obviamente la nación norteamericana seguirá siendo de importancia extrema pero ira perdiendo algo de espacio.
Pocos podían imaginar tal escenario hace unos pocos años y no muchos previeron que la extraordinaria dinámica que las reformas dotaron a la economía china tuviera tamaña consecuencia. No obstante, en China los arquitectos e ingenieros de su estrategia política – económica no solo lo vieron sino que proyectaron esa meta en su horizonte de mediano plazo. Liberándose de las ataduras dogmáticas que le habían encadenado sus fuerzas productivas por décadas se le reconoció un espacio clave a la propiedad privada y al mercado. El punto de partida fue un conjunto de acciones dirigidas a “buscar el mercado”, seguidas de otras que apuntaban a “construir” un mercado y, habiendo avanzado exitosamente en ello, se enfocaron entonces, durante los últimos 15 años, en potenciar su mercado. A partir de las reformas constitucionales de 2004 el Estado se fue replegando de áreas en las que concedía prioridad al mercado. En 2001 había logrado entrar a la Organización Mundial de Comercio -OMC– lo que permitió reconocerle definitivamente como un nuevo actor en el escenario global. Adelantándose a todos los pronósticos pronto desplazó a Alemania como líder exportador mundial y a Japón como segunda economía planetaria.
Cuando la crisis del 2008 contrajo brutalmente la economía mundial provocando una disminución del comercio mundial y consecuentemente la reducción de sus exportaciones, motor del desarrollo económico hasta ese momento, China se enfocó en desarrollar las zonas más atrasadas de su inmenso país de manera de estimular el consumo interno y este deviniera en el nuevo propulsor de su progreso. Lo logró con creces. (Otra vez ahora, ante una reducción de 0.2% – de 6.5 a 6.3% – de su crecimiento, ha diseñado un conjunto de medidas de estímulo. Lo que algunos no entienden es que dispone de cuantiosos recursos para ello). La potenciación de su desarrollo en el medio de la debacle que se inició en el 2008 hizo que se le empezase a considerar la “fabrica del mundo”. Al gobierno chino ya no la satisface ese reconocimiento y se ha planteado, con bases sólidas, forjar una economía que se caracterice por la innovación que potencie la tecnología y el avance científico. En 2006 redefinió su política de desarrollo industrial e hizo público su “Plan para la Ciencia y la Tecnología a Medio Plazo” y el diseño de 16 megaproyectos.
A partir de ahí el Partico Comunista Chino ha tomado decisiones orientadas a promover la productividad e innovación y proclamó su Made in China 2025 plan con el que pretende posicionarse en el liderazgo global de la ciencia y la tecnología. Mientras trabaja con esa meta, de corto plazo, otros pierden el sueño.