Al Dr. Jochy Herrera
En estos tiempos de elecciones generales y campañas proselitistas donde abundan candidatos y candidatas salvadores de la Patria que pregonan su dechado de virtudes, uno no quisiera pensar en los versos de Campoamor: ”En este mundo traidor nada es verdad ni mentira todo es según el color del cristal con que se mira.” Y acercarse más a aquel hombre sabio de Fray Luis de León, huérfano de ambiciones desmedidas, cuando decía: “Qué descansada vida/La del que huye del mundanal ruido/ Y sigue la escondida senda por donde han ido/ Los pocos sabios que en el mundo han sido.”
Y en este caso rindo tributo a un hombre probo, digno, honesto y sabio, a quien conocí sin conocerlo el día en que visitara a un buen amigo internado en CEDIMAT y sus familiares, un tanto angustiados, me encomiendan localizar al director del Centro Cardiovascular, quien al verme preguntar vino a saludarme y tras explicarle el motivo se traslada conmigo a la habitación indicada y con fino y exquisito trato tranquiliza al paciente y deja a la familia complacida sellando una amistad que me honra y prevalece desde entonces.
Rastreé sus huellas y supe que el Dr. César (Jochy) Herrera, cardiólogo, egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, residió en Chicago por más de tres décadas donde compartió, con su ejercicio profesional, conferencias y cursos de literatura, regresando a su país el año 2014 para ocupar el puesto que hoy ostenta, no dejando de escribir y publicar libros que han recorrido parte del mundo y enjundiosos artículos que buscan responder y satisfacer sus inquietudes científicas, literarias, filosóficas, culturales sin dejar de cuestionar con audacia el accionar político y los tantos males sociales que nos acosan que como diría Terencio y repetiría el amigo Orlando Martínez: “Nada humano me es ajeno.”
Hace poco llegó a mis manos con fina dedicatoria su libro: “Estrictamente Corpóreo”, editado por el Banco Central, donde el Dr. Jochy Herrera explora y hace galas de su sapiencia y erudición enciclopédica y del dominio delicioso de temas tan diversos como importantes “estrictamente corpóreos”, tratados con profundo conocimiento, repleto de experiencias vividas, de personajes ilustres y sendas recorridas desde los orígenes del planeta y sus primates, su evolución genética y los estudios, investigaciones y avances científicos y tecnológicos que han ido innovando costumbres arcaicas y desmitificando leyendas mitológicas paganas y religiosas, con nuevas interrogantes y desafíos como los que encubre el alma humana, sus sentimientos, emociones, sufrimientos, amor y odio “que se revela en su máxima expresión de órgano estrictamente corpóreo,” como expresara el psicoanalista argentino Luis Chiozza: “El alma no ocupa un lugar como lo ocupa el cuerpo”; pero, como diría William Blake, “el cuerpo es el pedazo del alma”, por lo que podía afirmarse que “Los distintos lugares del cuerpo nos revelan distintas cualidades del alma.”(Pág. 423) Lo que abre nuevos enigmas sobre su inmortalidad.
Sería tarea imposible reseñar esta magnífica obra maestra en tan breve espacio y teniendo tan pocas luces. Pero sería egoísta no agradecer ni recomendar su apasionante lectura.