Estructura ocupacional del tigueraje político

Estructura ocupacional del tigueraje político

Uno de los fundadores de la sociología, Durheim,  dejó claro que una de las características de los hechos sociales es su capacidad de imponerse a las voluntades de los individuos. Por eso insistía Bosch en que tratemos de ver lo que no se ve, es decir, las “estructuras sociales” (una expresión que nos hace pensar en edificios). Y ocurre que una estructura mental o social puede ser más firme y resistente que un puente de concreto.

Dicho esto, llamo la atención sobre la estructura ocupacional que en torno a la política clientelista y partidaria se ha desarrollado prolíficamente en el país, cuya existencia y permanencia ha sido y será, muy probablemente, un enorme obstáculo para el desarrollo institucional y económico de la nación.

Especialmente, porque las estructuras sociales tienden a permanecer y reproducirse. Estas ocupaciones son interdependientes entre sí y con el sistema político clientelar.

Programeros, sicarios radiofónicos, alabarderos a sueldo, fabricantes de imágenes de pseudo líderes; interactivos, colaboradores del “DNI”, de interceptores y “hackeadores”; falsificadores de correos, productores de rumores en medios electrónicos y redes “sociales”; “encuesteros”, “articulistas”, engañadores de la opinión pública y de empresarios apostadores y financiadores de campaña; “sondeadores” de “audiencias parcializadas de medios parcializados”; recolectores de fondos limpios, lavados y sucios; tránsfugas profesionales, armadores de fábulas y de imaginarias conspiraciones; caravaneros, reclutadores de motoconchistas,  guagüeros, y porta cartelones. Una lista interminable que amerita un estudio detallado, no faltándole bellacos falsificadores de actas, armadores de molotes, intimidadores de oponentes. Conozco uno que ganaba méritos por supuestas bellaquerías que jamás realizó, como que él y su pandilla quemaban urnas en las que su partido perdía.

Es necesario preguntarse qué va a hacer toda esa gente ahora. Los de oposición podrían ingresar al ejército de desocupados,  a sub-estructuras ocupacionales más siniestras como, por ejemplo, la ratería y la delincuencia común. Los que apoyaron al ganador, aspiraran a cargos públicos, puestos diplomáticos, al contrabando e importación de bienes restringidos. En fin, estarán de algún modo tratando de cobrar recompensas, botines y canonjías, siempre con cargo al erario, viviendo holgadamente y preparándose para nuevas tretas y malandrinadas en próximas contiendas y elecciones.

Esa especie nunca hizo nada útil para el Estado-sociedad. No tienen oficio que aporte al Producto Nacional Bruto (aunque brutos no sean). Consecuencialmente, doquiera que fuesen colocados estarían haciendo triquiñuelas, inventando negocios ilícitos, y viviendo del cuento. En el Gobierno o en la oposición significarían una carga social, siempre perjudicando al contribuyente, ocupando puestos que otros sí merecen, o realizando actividades que nada aportan al bienestar del país.  Independientemente de realizar una función redistributiva del ingreso, esta estructura ocupacional parasita onerosamente sobre las posibilidades de mejoramiento del resto de la sociedad.

En los próximos días, la misma experimentará importantes mutaciones que, como en anteriores  cambios de gobierno, harán más resistentes y capaces de sobrevivir a las sub especies más agresivas y perjudiciales. Quiera Dios que las nuevas autoridades se ingenien buscarles labores de alguna utilidad pública… ¡Y los vigilen de cerca!

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