POR SEGUNDO ANTONIO VÁSQUEZ
Recorriendo la Zona Colonial con el ojo atento se descubren ciertos lugares casi escondidos con estructuras de curiosa formación, poco apreciados por el transeúnte.
En el inicio de la calle El Conde (única vía principal cuyo primer tramo tiene árboles en los laterales), bajando la escalinata derecha, encontramos un rincón casi oculto cuyo muro empedrado presenta un par de ventanas-tragaluces con solamente una ranura vertical en el centro con cuatro pulgadas de ancho bordeadas por un grueso marco arqueado.
Cruzando esta escalera, en su lateral oeste, está la parte posterior del edificio Sofitel de cuatro niveles, única edificación que allí traspasa la antigua muralla colonial; le sigue un muro saliente de piedra empañetada, que presenta un amplio espacio cuadrado en cuyo ángulo derecho se exhibe una ventana enrejada.
En el muro almenado que lateralmente presenta la Fortaleza Ozama, hay siete aspilleras formadas por paredes que se abren lateralmente en cuyo fondo hay dos agujeros unidos, el de abajo para sacar el arma y el de arriba para mirar al enemigo.
La única excepción es la primera aspillera, que queda al inicio de la Calle Las Damas. Ésta es singular, debido a que tiene una sola abertura y está situada casi al nivel de la superficie de la vía. A través de ella, durante la época colonial, los defensores le disparaban al enemigo desde el suelo.
Sin embargo, en la muralla que presenta el fuerte de Santa Bárbara, en las 14 aspilleras existentes su estructura cambia.
Éstas tienen en su abertura un techo formado por un grueso bloque de piedra tallada que soporta el peso del muro de arriba.
En la acera sur de la avenida George Washington, antes de llegar al fuerte de San Gil, se aprecia un foso redondo enrejado, con tres metros de ancho, que tiene un muro de medio metro de alto y grueso borde de piedras y argamasa. Estos fosos se usaban en los baluartes para guardar las balas de los cañones. Hay otro igual en la explanada con gramas que tiene delante el Fuerte de la Concepción. Allí mismo aparecen otras dos cavidades cuadradas con dos metros de ancho, cuyas paredes son de piedras y ladrillos y que están tapados con rejas.
En las ruinas
En las ruinas de San Francisco, el muro lateral tiene un estrecho hueco vertical que servía de tragaluz, seguido por tres ventanas: la primera con dos molduras de piedra arriba y la tercera, que se abrió tapando otra más alta y ancha que anteriormente había, de la cual todavía se ve su marco enladrillado.
Otro hueco donde había una aspillera es el existente en el ángulo superior de la esquina que tiene el portón de San Diego, donde corre el paso de la ronda.
Para descubrirlo hay que subir por una escalinata de ladrillos, paralela a otra de la que está separada por un amplio muro.
Esta última, curiosamente, tiene dos huecos, cada uno enrejado con vidrios y una bombilla que de noche alumbra los peldaños.