Estudiantes de Sabana Toro desafían ignorancia bajo lonas y entre zanjas

Estudiantes de Sabana Toro desafían ignorancia bajo lonas y entre zanjas

SABANA TORO, San Cristóbal.- Varias zanjas, algunas varillas, dos lonas plásticas, tres aulas a medio construir y un montón de maderas viejas que descansan frente al letrero de la otrora Escuela Básica de Sabana Toro es lo único que tienen los estudiantes de la que fue una destartalada escuela de madera y planchas de zinc.

Ver la escena sobrecoge. Las zanjas, hechas por un grupo de obreros en junio pasado, hoy debían ser parte de la zapata de la edificación que fue prometida para el mes de septiembre. En lugar de ello, a causa de la paralización de los trabajos, son fuente de preocupación para maestros y vecinos.

«Nosotros estamos pensando solicitar que vengan a fumigar porque ahora mismo tenemos un criadero de mosquitos. La comunidad está muy preocupada porque ya han aparecido casos de malaria», cuenta la directora del centro, Tomasa Pacheco Toledo, al hablar sobre las aguas sucias que están en los surcos de tierra.

Pacheco ya no sabe qué decir. De tanto denunciar la situación de la escuela, tan sólo tiene palabras para resumir los problemas que les aquejan. «Ellos comenzaron la parte del nivel inicial y ni siquiera la terminaron. También tenemos problemas porque no tenemos baños. Casi no se está trabajando porque tenemos que despachar a los muchachos a las once, antes de que le den deseos de ir al baño. Lo que hacemos es trabajar corrido, sin dar receso. Además tenemos déficit de butacas, nos faltan unas doscientas».

Por otro lado, Pacheco se quejó del vaivén al que han estado sometidos. «Ahora estamos peor que nunca. Antes, aunque la escuela no estaba en condiciones, teníamos las aulas, baños y estábamos todos aquí. Después tuvimos que ir a lo que era el Centro Experimental de Semillas de Agricultura pero los damnificados que vivían por ahí lo desbarataron todo. En vacaciones tumbaron hasta las paredes para quedarse con las varillas».

Dejando a la directora de lado, es hora de ver a los estudiantes que quedan en el «plantel». Algunos, al amparo de un sol cubierto por las nubes, indicaron que hubiesen preferido quedarse con la antigua rancheta de planchas de zinc. Así, dijeron, al menos estaban cubiertos.

Ahora deben resignarse con que el sol se apiade de ellos. Es que, con menos suerte que los dos cursos que tienen la lona de plástico o los tres están dentro de las edificaciones semi-construidas, están totalmente al aire libre.

[b]DISPERSION TOTAL[/b]

Están en lugares distintos. A falta de aulas, después de perder la esperanza y dejar de creer en viejas promesas que les hicieron algunos funcionarios de la Secretaría de Estado de Educación, los estudiantes que no caben en los olvidados terrenos de la escuela han sido dispersados en marquesinas, construcciones baldías y hasta un gallinero que acaban de dejar de usar.

Ese es el caso de los 36 niños del quinto curso. Ubicados en la marquesina de Pura Valdez, están protegidos por dos trozos de lona y toman clases en viejos pupitres en los que no pueden ni apoyarse. El espacio, por su lado, no tiene suficiente iluminación.

Peor están los que asisten al dos quintos, un cuarto y un tercero. Estos, ubicados en una construcción propiedad de Matea del Rosario, convergen en un espacio que no cuenta con pisos, iluminación ni ventilación. A pesar de ello, agradecen el gesto solidario de quien les ofreció la que hubiese sido su casa en caso de que los materiales de construcción no hubieran encarecido tanto.

Estas carencias, sin embargo, no le molestan a la profesora Yomaris Ramírez, de 5C, quien agradece no tener que lidiar con el peligro que ofrecen las zanjas que están en el solar de la escuela. También el tener butacas en condiciones en las que sentar a los muchachos.

Los otros chicos, los que estaban en el gallinero hasta ayer, sí tendrán que hacerlo. ¿La razón? Las alergias que les estaban produciendo el estar en el lugar, según cuenta Ramón Rivera Montás, profesor de sexto y primer curso de básica.

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