Estudiantes haitianos

Estudiantes haitianos

PEDRO GIL ITURBIDES
Antes venían braceros, y algunos disidentes de la dictadura de Francois Duvalier y su hijo. Pero el desorden imperante en Haití obligó a la mudanza de políticos en decadencia, empresarios con éxito, profesionales de valía, traficantes de toda laya. Y estudiantes. El primero de estos últimos a quien

conocí fue a un hijo de Prosper Abril, cuando ya su padre no era el Presidente, y se acomodaba al ostracismo. Callado, tranquilo, acudió a la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA), para estudiar medicina.

Tras él, han venido por rumba. Solamente el Recinto Santo Domingo de Guzmán tiene más de mil doscientos. La sede central de esta Universidad, en Santiago de los Caballeros, cuenta un número similar. Y se encuentran, en menor cantidad, pero también proliferando, en los Recintos de Mao, Puerto Plata y

Moca. Acuden a UTESA porque salvo en los procesos de inscripción, pagan las mismas cuotas que los estudiantes dominicanos.

Es probable que el mismo tratamiento lo reciban en otras instituciones de educación superior de nuestro país. Porque estudiantes haitianos se encuentran inscritos en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), en la Universidad Dominicana O&M, y en el Instituto Superior de Agricultura, que yo sepa.

Pienso que la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), les ofrece albergue académico, pues he visto muchos haitianos en su Ciudad Universitaria.

Durante un tiempo, sus problemas se vinculaban a la burocracia. Desde los sucesos de Hatillo Palma y el asesinato de Maritza Núñez, su tranquilidad se ha perdido. Muchos de ellos han sido molestados, y no pocos han sufrido detenciones. Las quejas expuestas por cuantos de ellos han sufrido inconvenientes, movió a mi amiga Mayra Vargas a promover una reunión que examinase la situación. Mayra es directora de

admisiones en la sede central de UTESA, en Santiago delos Caballeros. En adición a los estudiantes, ella invitó al encuentro a funcionarios consulares de Haití en la República Dominicana, y de nuestra Dirección General de Migración. Porque parte de los sufrimientos de estos jóvenes no son nuevos. Desde que comenzaron a venir en forma masiva, los servicios consulares dominicanos en Haití les plantearon obstáculos. El más socorrido ha sido el otorgarles visado por períodos tan limitados, que los mantienen en jaque. Aún así, son excelentes estudiantes.

Y estudian de todo, desde agronomía a ingeniería industrial, pasando por educación o medicina. Dominan la gramática española como no la han domeñado inmensas mayorías de dominicanos de nuestra escuela de los últimos tres decenios. Porque en Haití, tal vez por sus seculares sufrimientos, el que asciende en la escala cultural, asume a conciencia los valores del aprendizaje.

A los dominicanos conviene un Haití próspero y ordenado. Coadyuvar a los empeños de sus familias por elevar la condición cultural de sus hijos contribuirá, a la larga, a darles una diferente perspectiva de su tierra. Y ya que no molestamos a los centenares, y tal vez miles de pedigüeños haitianos que se estacionan en esquinas de calles de muchas ciudades, por amor a Dios, ¡propiciemos un ambiente menos tenso a estos estudiantes!

Por eso les hablo de ellos. Y por ellos. Preciso es que estos estudiantes haitianos, identificados por los carnets de las instituciones de educación superior que los han acogido, vivan en un ambiente adecuado a sus objetivos. Si admitimos sin molestar a las mujeres y los niños haitianos que importunan en las esquinas de muchas ciudades, justo es que rodeemos de tranquilidad a estos que han confiado su educación a nuestros escasos saberes. Démosle a los estudiantes haitianos que han venido a nosotros, la oportunidad que les niega su propia tierra.

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