La presencia del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó en Cuba, desde octubre de 1967, y sus aprestos en la preparación de un grupo guerrillero con el propósito de enfrentar al Gobierno de Joaquín Balaguer, hicieron posible una mayor relación o contactos de Juan Bosch con dirigentes del Gobierno cubano y con el propio Fidel Castro. Bosch se enteró formalmente de que Caamaño se hallaba en Cuba, el 6 de enero de 1968, a través de un emisario del líder militar de la Revolución de Abril.
Al conocer el proyecto de naturaleza «foquista» de Caamaño, Bosch y otras fuerzas de izquierda y progresistas dominicanas coordinaron gestiones para impulsar un cambio de actitud del Coronel de Abril, a fin de lograr que se integrara en una acción política más cónsona con la realidad que vivían América Latina y el mundo en ese momento. No sólo que su salida de Europa, concretamente de La Haya, Holanda, donde se le vio por última vez, se producía apenas dos semanas después de la caída del Che Guevara en Bolivia ( el 8 de octubre de 1967), sino el cariz, cada vez más complejo, que tomaba la geopolítica de entonces, en plena guerra fría.
Después de la Revolución Constitucionalista de de 1965, convertida en Guerra Patria, tras la intervención estadounidense, el 28 de abril de ese año, los patriotas que defendieron con pasión y gallardía la soberanía nacional e impulsaban un proyecto transformador para la sociedad dominicana, contaban con un enorme prestigio en el país y en el exterior. De ahí que distintas fuerzas políticas desarrollaran, a finales de la década del 60 y principios de los 70, procesos de alianzas para enfrentar el gobierno encabezado por Joaquín Balaguer.
Para Bosch, Francis Caamaño estaba llamado a jugar un rol especial en ese proceso. Ya en carta del 16 de junio de 1966, le advertía:
«(…). No quisiera que usted se dejara llevar por visiones apasionadas del fenómeno político dominicano. Cualquier acto suyo que no fuera muy meditado podría significar una verdadera catástrofe para este pueblo.
«Estamos trabajando día y noche en organizarnos para servir de escudo al pueblo dominicano y a los muchachos constitucionalistas. Haremos todos los sacrificios que tengamos que hacer para conseguir nuestros propósitos. Pero necesitamos contar con su ayuda, y esa ayuda consiste en mantenerse con la cabeza fría y en que se haga cargo de que usted es la única reserva que tenemos para el porvenir». (Juan Bosch: Abril y Caamaño -Textos selectos y documentos históricos-, . Matías Bosch C., Editor. Fundación Juan Bosch, Impresora Soto Castillo, Santo Domingo, R.D., p. 248).
En su decisión de compartir con Caamaño su posición ante la nueva situación, don Juan mantuvo correspondencia con el propio Francis y con líderes cubanos; contó con la participación de dirigentes del Partido Comunista Dominicano (PCD), especialmente de Isa Conde y Carlos Dore Cabral, quienes fueron sus intermediarios. Incluso, llegó a escribirle directamente a Fidel Castro, a través del embajador de Cuba en Francia.
Fue así como le llegaron invitaciones para viajar a Cuba. Pero Bosch puso condiciones: en primer lugar, tenía que pedirle autorización al partido para hacer el viaje a Cuba, y en segundo lugar tenía que estar seguro de que ya en Cuba podría ver a Caamaño, y no solo verlo sino hablar con él tantas veces como fuera necesario para convencerlo de que se fuera a Santo Domingo a trabajar dentro del PRD.
«Aproveché después -cuenta don Juan- un viaje de Narciso Isa Conde a Cuba para tratar de que Caamaño saliera de la Isla hermana y se fuera a Vietnam, donde podríamos vernos y tratar el caso dominicano; pero según me contó después Isa Conde en París, Caamaño no accedió a tener esa entrevista conmigo. Yo veía en proceso de liquidación la etapa de fervor revolucionario que se había estado viviendo en toda la América Latina a partir del éxito de la revolución cubana y quería que Caamaño volviera al país y se integrara a la lucha política dentro del Partido Revolucionario Dominicano, donde podía desarrollar con toda amplitud sus capacidades de líder; pero él se negó a aceptar la posibilidad, siquiera, de tratar ese tema conmigo. Caamaño no se sintió nunca perredeísta y además, a pesar de que era el producto de una revolución urbana y de masas, se había hecho «foquista» y era «foquista» de corazón, y de ahí no iba a sacarlo nadie como demostraron los hechos».