Ética médica en tiempos del coronavirus

Ética médica en tiempos del coronavirus

El conjunto de normas o principios que guían el comportamiento de cada profesional de la medicina en el ámbito de sus labores es lo que denominamos ética médica. Si cumplimos al pie de la letra esos mandatos bajo cualquier circunstancia decimos que esa persona ha actuado bien. Siendo la práctica médica una combinación de ciencia y de arte nos encontramos con serios escollos; uno de estos lo representa el carácter dinámico y cambiante de la medicina dependiendo de la época, lugar y cultura dominante. Hay principios que resisten la prueba del tiempo hasta cierto límite como aquel del mundo occidental euro centrista expresado originalmente en latín: Primum non nocere “Lo primero es no hacer daño”.
A la comprensible reacción de pánico inicial causada por el arribo impetuoso de la terrible pandemia que nos azota debe seguirle una actitud serena e inteligente. Tal cual reza el viejo refrán: a cada tormenta le sigue una calma. Aún en medio de la batalla biológica que libramos y con las desventajas en que nos encontramos, se requiere de un momento de análisis reflexivo acerca de todo el curso de los acontecimientos, así como de una ponderada valoración de lo realizado, tanto en sentido positivo como negativo. Para ello se hace indispensable basarnos en los estándares éticos y morales que deben guiar nuestra conducta.
Lo acontecido en Italia en donde varios colegas se vieron en la dolorosa disyuntiva de decidir a cuáles de sus pacientes críticos les pondrían los pocos ventiladores mecánicos con que se contaba. Optaron por facilitárselos a los enfermos más jóvenes, sacrificando letalmente a los envejecientes. ¿Qué criterios éticos prevalecieron? Preferencia por aquellos que les faltaban más años de productividad y sentencia de muerte para las personas mayores. Dicha decisión descansa en una doctrina filosófica mercantilista. Así como valoramos el ganado porcino, caprino, o avícola, digamos, pesándolo si vamos a vender su carne, igualmente calculamos el tiempo de vida laboral que le resta a un individuo y luego decidimos si lo salvamos o lo dejamos morir. Puras leyes de mercado.
La Covid-19 aún no ha alcanzado su clímax en la República Dominicana. Todavía estamos agregando casos; hay gente que piensa ingenuamente que lo peor ha pasado. Quisiéramos creer que es así, sin embargo, la dura y amarga realidad nos dice que no es así. Por tanto, no debemos engañarnos y sí prepararnos para lo peor. Pero ello debe hacerse en base a una ética humanista en la que se entienda que un ser humano es una vida no importa si es un recién nacido, un niño, adolescente, joven, adulto, anciano, un hombre o una mujer. Todos merecen ser tratados acorde con su condición médica sin distingos de edad, sexo, etnia, origen social, posición económica, credo religioso, ni escolaridad.
Tenemos un marco jurídico que el estado de emergencia no debería pisotear, en lo referente a los servicios de salud que se le brinde a la población.
En tiempos de crisis es que se mide el temple de la fibra humana que estamos hechos. ¿Fuimos instruidos en base a los principios universales de derechos humanos? ¿Nos guían las leyes ciegas del negocio de la salud? ¿Atendemos enfermos o clientes? ¿Prevenimos enfermedades o preferimos que se enferme la gente? En tiempos del coronavirus nuestra ética médica debe ser definida con claridad meridiana para bien de todos y todas las hijas de Duarte.

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