Ética, vergüenza, inteligencia y honestidad

Ética, vergüenza, inteligencia y honestidad

En uno de estos días de claustro, recibí un correo de una culta dama desde la novia del Atlántico, la talentosa escritora y gran amiga Johanna Goede señalaba en el mismo: «Tanta cosa antigua que se pone de moda sería bueno que volvieran la ética, la vergüenza, la inteligencia y la honestidad».

Lo releí varias veces y lo compartí con algunos familiares y amigos de esos que si aprecian estos conceptos de una vida digna. Debo aclarar que nada de lo siguiente es de mi autoría, me entusiasmé con esos juicios, busqué algunos de los libros de ética de mi padre, de los más de 13 que escribió sobre el tema de la ética; por ello, no sin razón ha sido denominado «El padre de la Ética dominicana», él ya habita las siderales estrellas del infinito ignoto. Usé sus obras para comentar el mencionado WhatsApp, valorando algunos aspectos éticos y morales, que tanta falta le están haciendo a la sociedad dominicana. Es decir que tenemos que poner entre comillas todo lo siguiente.


La ética como ciencia tiene por propósito el estudio de la moralidad. Se divide en ética normativa y teoría de la moral. La ética normativa tiene por objeto de estudio los problemas del sentido de la vida, el destino del ser humano y el contenido del bien y el mal, en relación con el deber moral. Es decir, investiga el problema del bien y el mal, establece los modelos de conducta, las aspiraciones que son virtuosas y cuál es el sentido de la vida. La teoría moral, como parte de la ética, investiga la esencia de la vida, su origen, las leyes a que obedecen y su carácter histórico.


Ante la ausencia hoy de un concepto ético del ser humano dado al conocimiento y la tecnología, al no delimitar su desarrollo sobre un concepto humanista, con una base axiológica, ha propiciado que el desarrollo social se defina en las reglas de la optimización económica y el lucro como objetivo principal, descuidando la normatividad ética y la teoría de la moral que debieran regir a los medios sociales para estos logros.


La inteligencia, sed culto, modelando tu inteligencia y conocimientos a tono con las exigencias del saber, abarcando áreas en multiplicidad de conceptos sobre la naturaleza y la vida humana. La cultura debe ser para ti una actitud continua y sostenida, con efectividad real, de asumir un comportamiento a tono con la dimensión intelectual de quienes han sabido libre y voluntariamente, ir adquiriendo conocimientos para enriquecer su sabiduría, mediante disciplinas académicas o impulsos espirituales.


La moralidad, los instintos primitivos que hay en el hombre quedan dominados por la íntima convicción de darle importancia a la ética. Es solo un esfuerzo de hacer resaltar nuestras propias excelencias, convencidos de que la virtud es una condición en potencia que subyace en todo sentimiento humano. Cuanto importa es darle valor, haciendo estimable esa belleza interior que hace nido en la conciencia.


La moralidad debe ser una posición del bien, adaptada a la hora de actuar o si se quiere, una voz del alma conducente al noble proceder. De manera pues que, si es algo nuestro que llevamos dentro, es fácil usarlo, disponiendo y aplicando sus reglas como indicio de mejor vida, de hacernos estimables y respetables. Todos sabemos aún sea por instinto, tenemos una medida en que dañamos o construimos. Sin embargo, debemos siempre tener como norte que es mejor construir, fomentar y mantener el bien.


Moralidad significa decencia personal, estímulo de los sentimientos para actuar con apego a aquellas normas trazadas por el hombre en búsqueda de la virtud. Y más que eso: la puesta en práctica de esas trayectorias altruistas porque el sano juicio nos lo dicte. A continuar fomentando la moral y la ética, mis amables lectores, a no descuidarnos en hacer de estas una parte principal de nuestro diario accionar. ¡Feliz sábado!

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