Ética y ciudad

Ética y ciudad

AMPARO CHANTADA
Las ciudades latinoamericanas presentan, todas, sus rostros modelados por esa globalización, que produjo polarización social y económica con un aumento significativo de corrupción institucional y acentuó las desigualdades sociales por la inexistencia de regulación y de redistribución social (gasto social público) por lo tanto, amplió la brecha entre ricos y pobres, despilfarrando recursos humanos y naturales. Esas son las expresiones de la globalización actual, porque estas naciones no tienen «ideario nacional», concepto que el padre Alemán describió, en su ensayo del periódico Hoy, como una Ética Nacional frente al desarrollo, y por eso hipotecan las posibilidades de éxito de otros posibles modelos de desarrollo.

En nuestro país, la integración al proceso de la globalización se realizó bajo el lema de la modernización basada en la descentralización y la eficiencia (división del ex Distrito Nacional) la era de la velocidad (revolución tecnológica de las comunicaciones y del transporte) con la construcción de los mega proyectos (Panamericanos y Parque Tecnológico), las mega estructuras (túneles, elevados, puentes, mega puertos, aeropuertos, autovías) que por sus metas y/o sus inversiones sociales muy costosas, debían procurar a la ciudadanía ventajas y beneficios que podríamos resumir en mejor calidad de vida, participación y bienestar a corto y largo plazo.



Sin embargo, la realidad demuestra que ese proceso de modernización provocó distorsiones sociales, profundizó la brecha entre ricos y pobres, polarizó la sociedad y creó nuevas culturas entre sectores de la sociedad que no interactúan, sino que se miran, con sospecha o miedo, con indiferencia o con sorpresa, con desprecio u odio, por la distanciación creada y la pérdida de valores morales y éticos. Son las nuevas formas de no convivencia, de delincuencia, las bandas, los territorios apaches, los jevitos, la privatización del espacio público, las urbanizaciones cerradas o los nuevos usos de sitios patrimoniales.

Las propuestas de urbanización turísticas en la costa Este de República Dominicana constituyen otro ejemplo de las exigencias de competitividad en el sector terciario (turismo). Son actividades económicas de alto valor añadido y son basadas en la disminución de los costes del trabajo (salario) y en el consumo sin restricciones (a pesar de los EIA) de todos los recursos naturales agotables de la zona: costa, playas, aguas subterráneas, suelos, fauna y flora endémicas. Esos proyectos (clubes cerrados, vacacionales, marinas, hoteles, golf, helipuertos, puertos) son altamente costosos para la naturaleza y el país, ya que consumen muchos recursos financieros y naturales como tierra y aguas y descargan muchos residuos, además provocan concentración de población que demanda servicios, infraestructuras en un mismo ecosistema (mar, playa, costa) ecológicamente frágil y único, ¿para qué? para privatizar su uso y disfrute para una minoría privilegiada, marginando la mayoría y poniendo en peligro, para el traspaso generacional, las condiciones de recomposición de todos esos recursos.

La contradicción entre lo global (uniforme) y lo local (original y diverso) debe permitir al país definir nuevas opciones políticas, ideológicas y de alianzas regionales para encaminar todos los esfuerzos de modernización hacia medidas que contemplen conjuntamente el empleo, la integración social y la sostenibilidad ambiental, lo que comúnmente se llama el desarrollo humano sostenible. Se debe hacer consenso sobre el origen y los mecanismos de reproducción de la pobreza y de las desigualdades, sobre nuestra identidad y nuestra cultura, para colocar el país, con su entorno regional, en el mundo globalizado, es decir poder construir metas para más justicia social e ir dando pasos en la construcción de una sociedad solidaria que elabore políticas para progresar en la satisfacción de esos objetivos. Eso supone una nueva ética para alcanzar entre todos, más compromisos sociales.

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