Ciudad de Guatemala.- Existen diversas teorías filosóficas sobre ética y política; una es la de Aristóteles considerándolas referidas a la praxis humana, a las acciones que puede realizar el hombre y la dirección en que vamos a dar nuestra voluntad y libertad. Diferencia ambas en que la primera es una práctica íntima, personal; la segunda, la coordinación de muchas acciones, debiendo tener en cuenta la voluntad de los demás. Ética y política son un hecho que hay que demostrar en el quehacer cotidiano, de naturaleza social, porque vivimos en comunidad.
En el pensamiento Martiano la relación ética-política deviene en momento central con el plan y pensamiento cultural que penetra la actividad humana y su determinación en la cultura.
La política es una zona de la cultura y ésta es expresión humana al servicio del hombre. Su pensamiento basa en el sentido cultural y en la asunción de la realidad la vocación de servir, entonces, la concepción de la política como todo quehacer del hombre, debe discurrir por causes éticos-morales.
En Martí la ética y la política convergen para concretar una vocación patriótica, una voluntad de redención humana, capaz de lograr hombres con ciencia y conciencia para el bien de la patria.
La política y la ética hacen una unidad indisoluble. Lo ético y lo político deben de conjugarse en una unidad hasta consagrar un oficio de voluntad de servicio, que se fundamenta en la moral, el decoro y la dignidad al pueblo. La política verdaderamente humana requiere del arte, la mesura, la razón, la transparencia, no de la simulación y la doblez.
De esta forma y puesto en práctica se construye una cultura de no volver nunca el poder recibido contra las confiadas manos que lo dieron, únicas dueñas de ese poder.
La responsabilidad de todo político le obliga tanto a tener en cuenta las consecuencias de sus decisiones como a mantener ciertos principios.
Por eso, hablamos de ética política, tomando en cuenta, además, que la ética tiene doble vertiente: los principios morales y la configuración del marco de aplicación de esos principios a contextos de acción, considerando los dos grandes valores que deben combinarse en la ética: la igualdad con sentido de justicia y equidad; y la felicidad colectiva.
Apartarse de la estas características de la ética en la política y desarrollar la política sin ética, solo conduce al individualismo, al sectarismo e irrespeto a la palabra empeñada.
Desgraciadamente, vivimos ante un liderazgo político carente de ética; nuestros pueblos no tienen muchas opciones de representatividad popular, salvo honrosas excepciones de gobiernos progresistas y revolucionarios en la región.
Los dominicanos tenemos un presidente con visión política y praxis ética, un candidato presidencial oficialista que proyecta una línea de pensamiento y acción positiva. Lamentablemente, el PLD no tiene las mismas garantías con su candidato para la presidencia 2012 del Parlamento Centroamericano, en cuyos pininos de campaña interna está evidenciando la falta de ética política que le caracteriza.