China

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Muchas cosas se pueden escribir acerca de la China contemporánea. Sin dudas lo más atractivo es el vertiginoso desarrollo que ha tenido en los últimos años. Tuve ocasión de visitar once ciudades chinas, en todas, el crecimiento de ellas era espectacular, nunca había visto nada parecido. Todas se estaban renovando profundamente y algunas como Shangai no tiene qué envidiar a las famosas ciudades occidentales. El ritmo de construcción es frenético y cubre todas las áreas. Si visita la feria industrial de Guangzu (Cantón), encontrará expuestas en enormes naves industriales todo tipo de artículo, desde plásticos insignificantes hasta ropa de alta costura, maquinaria, etc.

¿Cómo ha sucedido eso? Pues, Mao Tse Tung, a mi juicio, no puede acreditarse como el padre de este desarrollo. De hecho, Mao tuvo ideas extrañas que retrasaron la apertura de China y su desarrollo; baste recordar la “Revolución Cultural” que envió a los campos a intelectuales, maestros y técnicos, creando un vacío impresionante en ese país. Al “Chairman” podrán reconocérsele los méritos derivados de su brusca rotura con un pasado mandarín, feudal, de la conversión de China en una potencia militar y solidaridad con países en su órbita, pero no mucho más.

Hace unos años me encontraba en Singapur, una ciudad-estado que es un jardín, bellísima, limpia, con el mayor puerto marítimo del sureste de Asia y quizá de toda Asia, economía pujante convertida en un imán de compañías de todas nacionalidades.

Singapur fue gobernada desde 1959 por Lee Kuan Yew, quien ganó una aplastante victoria con su Partido Acción Popular, PAP, y luego en 1965 compró a la Federación Malaya el territorio donde se asienta el país. Gobernó la ciudad-estado con mano dura, hasta el año 2004, cuando se pasó a ser “Ministro Mentor” y su hijo Lee Hsien Loong, tomó el cargo de primer ministro.

La política implantada por los Lee, sin dudas dictatorial, aun en cosas triviales: no se puede escupir en el piso, los menores no pueden masticar chicle, no se puede tirar basura en las aceras, ni en ninguna parte, etc. Cuando escribo “no se puede”, quiere decir, que si lo hace va a parar con sus huesos a la cárcel y encima recibirá unos diez palos con una vara de bambú.

En el aspecto económico, los Lee han impuesto reglas claras que cumplen y hacen cumplir, le llaman algo así como “capitalismo controlado”. Es decir, una empresa puede hacer negocios y tener beneficios, no obstante, la voracidad despampanante choca con las reglas de juego, en consecuencia, los precios se mantienen razonables y los beneficios lo suficientemente atractivos para que se sientan bien.

El lector se preguntará ¿por qué el salto de China a Singapur? Pues, porque cuando visitaba este último, tuve la oportunidad de ver en la televisión local una entrevista al Ministro Mentor, quien relató lo siguiente: En el año tal (no es importante) estuvo en el Singapur, en visita de Estado, el Presidente de la República Popular China, Deng Xiaoping. Tan pronto Deng desembarcó, observó el adelanto logrado por Singapur, esto lo reafirmó a su paso por las avenidas de la ciudad y en las visitas a los diferentes ministerios, etc. Terminaba la visita de Estado y como suele ser, se produce la despedida entre los líderes. Contó Lee Kuan Yew que Deng Xiaoping, mostró sorpresa del progreso logrado por Singapur y le preguntó cómo lo había logrado.

Lee le explicó lo que había hecho, lo relató en la entrevista, en resumen, le dijo: “Deja entrar el capitalismo controlado”. Que en definitiva quiere decir, abre las puertas de tu país a la inversión extranjera pero con limitaciones a la voracidad del empresario, algo que ya antes le había explicado. Deng volvió a su país y siguió el consejo de Lee, no sin antes tener grandes dificultades con los miembros de mayor edad (viejos robles) del comité central. Deng, sin embargo, impuso su criterio y lo demás es historia.

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