EU debe tratar de trabajar con el nuevo presidente

EU debe tratar de trabajar con el nuevo presidente

Comentario Editorial 
Puentes bolivianos

El  triunfo arrasador de Evo Morales en la elección presidencial de Bolivia le presenta a Estados Unidos un desafío político importante en América Latina. El señor Morales, un ex-líder de la unión de cultivadores de coca y amigo del presidente Hugo Chávez, constituye una preocupación para Washington.

Sin embargo, la administración norteamericana tiene que andar con cuidado. Además de ser el primer representante de la población indígena mayoritaria de Bolivia que llega a la Presidencia, el señor Morales obtuvo una victoria que es mucho mayor a la esperada. Esto le concede un grado mayor de legitimidad que a ningún otro líder en la historia reciente del país.

La popularidad del señor Morales refleja el profundo descontento con las políticas económicas perseguidas por gobiernos anteriores, la desesperación por la extensión de la pobreza y las desigualdades cada vez más profundas. Morales quiere nacionalizar los recursos de gas natural de Bolivia, la segunda reserva de América del Sur, y facilitar la calefacción a las áreas pobres y energía barata a los negocios. 

Ha dicho que su gobierno va a privilegiar sus relaciones con las compañías estatales sudamericanas, entre las cuales PDVSA, la compañía estatal de Venezuela, puede esperarse que tenga un sitio prominente. El señor Morales también intenta introducir profundas reformas en la propiedad sobre la tierra y modificar la constitución para beneficiar a los excluídos socialmente. Dice que desea “industrializar” el sector de la coca, exportar productos como el té de coca, con el fin de disminuir la cantidad que se vende para producir cocaína.

Muchas de estas políticas están, en el mejor de los casos, respaldadas a medias. Es dudoso, por ejemplo, si Bolivia puede explotar sus reservas de gas sin el acceso a la inversión y la tecnología de las compañías multinacionales. Los planes para industrializar la coca implicarían una remodelación completa de las convenciones internacionales sobre la coca. Es poco probable que estos planes generen el crecimiento que Bolivia necesita para enfrentar los problemas sociales y, en el peor de los casos, conduciría a aumentar el aislamiento internacional que incrementaría los problemas de desarrollo.

Aún así, hay motivos para que Washington negocie con el gobierno entrante. Las concesiones de EEUU al comercio han ayudado a crear empleos en un sector de textiles en estado embrionario. Mediante la Cuenta de los Desafíos del Milenio, EEUU pudiera triplicar y más ese apoyo. La ayuda y los vínculos comerciales que representa Washington como potencia, si se despliega con sensibilidad, pudieran utilizarse para tender puentes con una administración sin experiencia que se enfrenta a múltiples desafíos sociales. 

Sería fácil excederse en una reacción frente a la retórica del señor Morales -sus planes de despenalizar la coca y construir vínculos más estrechos con Venezuela y Cuba. Pero la administración de EEUU no debería ceder ante las presiones de los “guerreros contra las drogas” del Capitolio, o los derechistas de línea dura, de los que pudiera esperarse que pidieran la suspensión de los programas de ayuda. Estos programas representan la mejor oportunidad para mantener la influencia de EEUU en Bolivia. Apartarse el país, empujaría más al señor Morales a la izquierda con el riesgo de acelerar la polarización política en la región.

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