EU y Rusia: la separación
de dos aliados contra terrorismo

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POR STEVEN R. WEISMAN
WASHINGTON.- Hace tres tumultuosos años, el Presidente George W. Bush memorablemente proclamó que había visto dentro del alma del Presidente Vladimir V. Putin de Rusia y encontrado un hombre con el que podía hacer negocios. Pero si hay algún examen de conciencia actualmente en el gobierno de Bush, es en torno de por qué los ataques más recientes por parte de terroristas chechenos en Rusia han profundizado un reciente distanciamiento entre los dos países.

Pese al comprensible horror tras la matanza de escolares y otros ataques, funcionarios del gobierno estadounidense fueron tomados por sorpresa por el tono casi desesperado de Putin cuando reprendió a Estados Unidos la semana pasada por sugerir que las demandas chechenas necesitaban ser atendidas políticamente así como militarmente.

«¿Por qué no se reunieron ustedes con Osama bin Laden, lo invitaron a Bruselas o a la Casa Blanca e iniciaron conversaciones, le preguntaron que quería y se lo dieron para que los dejara en paz?», dijo Putin a un grupo de visitantes occidentales.

Después de ese exabrupto, el secretario norteamericano de Estado, Colin L. Powell, se apresuró a declarar que «no puede haber justificación a lo que sucedió en Rusia» y «no hay compromiso en esta batalla». La Casa Blanca hizo saber que Bush había telefoneado a su colega para expresarle condolencias. Otros funcionarios, respondiendo a la queja de Putin de que Estados Unidos había concedido asilo a un líder checheno y tenía contactos con otros, dijo que el caso de asilo fue concedido por los tribunales y que el gobierno estadounidense suspendió incluso los contactos de bajo nivel con chechenos hace dos años.

Aunque actuaron rápidamente para responder a las inquietudes de Putin, algunos funcionarios estadounidenses admiten que no obstante tienen crecientes dudas sobre la naturaleza de su liderazgo, no sólo por la brutal represión de los rebeldes en Chechenia que parece no estar funcionando, sino también por otras medidas que se remontan a un autoritarismo ruso de antaño: el enjuiciamiento de disidentes y líderes empresariales, el encadenamiento de la prensa libre, la distribución de activos rusos a compinches, la intromisión en los asuntos internos de Georgia y otros vecinos, y la perentoria cancelación el año pasado de convenios de exploración con compañías petroleras estadounidenses.

«Los rusos están emitiendo señales muy confusas ahora», dijo un alto funcionario del gobierno estadounidense. «Son ambivalentes sobre toda su relación con Occidente. ¿Quieren ser parte de esto? No bastante. ¿Quieren estar contra esto? Tampoco».

Ex funcionarios se hicieron eco de esa opinión. «En los últimos dos años, la gente en el gobierno de Estados Unidos ha tenido esta nerviosa sensación de que la política de Putin en Chechenia podría estar equivocada, pero una sospecha de que podría funcionar», dijo Stephen R. Sestanovich, destacado experto en Rusia en el gobierno de Bill Clinton. «Lo que las dos últimas semanas han hecho es explotar esa idea. Ya no estamos preocupados de que lo que Putin está haciendo sea desagradable o grotesco. Simplemente es un fracaso».

En una época en que el gobierno de Bush ha sido puesto en la picota por supuestamente fallar al trabajar con aliados, Bush y sus colaboradores han trabajado duro en cortejar a Rusia y pueden reclamar legitimamente tener dividendos. Entre ellos está la cooperación para ampliar la OTAN hacia el patio frontal de Rusia, para establecer una presencia militar en partes de la ex Unión Soviética, y al revisar un tratado de la era de Nixon de manera que permita a Estados Unidos proseguir con un sistema nacional de defensa de misiles. No menos importante, dicen funcionarios gubernamentales, es la cooperación para presionar a Irán y Corea del Norte para que abandonen sus programas de armas nucleares. En Irak, finalmente, Moscú se quejó por la guerra pero causó menos problemas de los que podía haber causado.

Lo que es asombroso sobre este historial es el alcance de las críticas que dicen que Putin podía haber hecho mucho más en favor de Estados Unidos en Irán, Irak y Corea del Norte, y que el gobierno estadounidense esencialmente ha dado a Putin y su equipo una autorización al no expresar suficientes críticas públicas a su estilo autoritario.

Algunas de esas críticas han provenido de neoconservadores que acostumbraban atacar al gobierno de Clinton por hacerse de la vista gorda ante el Presidente Boris Yeltsin. Uno de esos críticos, irónicamente, era Condoleezza Rice, entonces asesora de campaña de Bush, quien en el 2000 escribió un artículo para Foreign Affairs denunciando que el gobierno de Clinton se había involucrado en «pláticas felices» con el Kremlin mientras Yeltsin dejaba a sus amigos saquear las arcas rusas.

Ahora, algunas de las críticas más agudas al gobierno de Bush actualmente provienen de funcionarios de la era de Clinton a quienes Rice atacó hace cuatro años. «Estamos suponiendo que los rusos están interactuando con nosotros a un grado mucho mayor de lo que realmente están haciendo», dijo Sestanovich. Richard C. Holbrooke, embajador de Clinton en Naciones Unidas, dijo: «Están dando a Putin un cheque en blanco».

Powell respondió, durante una entrevista reciente, que se ha apartado de su camino para poner esos asuntos sobre la mesa siempre que se reúne con líderes rusos, incluso escribiendo un artículo de opinión crítico en Izvestia el invierno pasado.

«Hay problemas en Rusia que tenemos que abordar, pero ¿alguien esperaba que Putin repentinamente escuchara todo lo que ha oído de extranjeros? No nos hemos restringido al hacer saber a los rusos dónde pensamos que necesitan cambiar su comportamiento y mejorar su desempeño».

Sin embargo, hay ansiedad sobre las tendencias en Rusia, basada en una larga experiencia con la naturaleza impredecible de su relación errática con Occidente. A la ansiedad se une una extendida opinión de que el problema checheno no tiene solución obvia, arraigado como está en aspiraciones de independencia que datan de los primeros días del imperio zarista, tanto como en la tendencia tóxica de los militantes islámicos en todas partes de emplear las tácticas más extremas.

Existe una sensación entre muchos de que, como sugirió Putin en su exabrupto la semana pasada, Estados Unidos no puede permitirse aleccionar a Putin sobre la necesidad de alcanzar soluciones políticas después de invadir Irak. Pero durante una campaña presidencial en la cual Bush está afirmando que Estados Unidos está ganando la guerra contra el terrorismo, pocas personas dirían que Putin pudiera ahora presentarse ante el público ruso para decir lo mismo.

Funcionarios del gobierno estadounidense dicen que están decididos a usar los problemas con Chechenia como una oportunidad para más, no menos, cooperación con Rusia en áreas como la seguridad de las líneas aéreas y el compartir información de espionaje sobre terroristas. «Tenemos muchas cosas que podemos hacer, y sólo necesitamos seguir trabajando en ello», dijo un funcionario.

Los funcionarios también restan importancia a la idea de que Bush, pese a todo lo que dijo de su famoso acceso al alma de Putin, albergue algunas ilusiones sobre los problemas con Moscú.

«Puedo asegurarle, las tiene», dijo un funcionario gubernamental que ha tratado con el presidente el tema. «El hecho es que el próximo presidente estadounidense, ya sea Bush o Kerry, va a tener que desarrollar una relación constructiva con Moscú cuando todas las tendencias no son buenas».

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