Eugenio de Salazar y Alarcón

Eugenio de Salazar y Alarcón

Entre los libros que trajo el pabellón de México a la Feria del libro de este 2010 hay uno de singular importancia para el estudio de la historia literaria y la historia social de nuestro período colonial.

Me refiero a la obra “Estudios sobre la ‘Navegación del alma”, de Eugenio de Salazar y Alarcón (UNAM, 2009), producto de la pluma del malogrado investigador mexicano Humberto Maldonado Macías, libro que trae un estudio y un prólogo explicativo de José Quiñones Melgoza.

En efecto, no hubo personaje colonial que suscitara en mí tanta curiosidad y admiración como este hombre cuya primera referencia la tuve en tercero de bachillerato cuando leí la mención de datos que de él traía la “Historia  de la literatura dominicana” de Joaquín Balaguer (7ª ed. 1988), libro de texto obligatorio en 1963. Balaguer dedica siete líneas y media a nuestro personaje (p. 52) cuando se refiere a los “Grandes escritores que residieron en Santo Domingo en el siglo XVI” y vuelve a citarle cuando en el capítulo III trata acerca de los primeros poetas nativos de Santo Domingo (p. 59): Leonor de Ovando, Elvira de Mendoza y Francisco Tostado de la Peña. Eso es todo.

Cuando leí los dos tomos de “Panorama histórico de la literatura dominicana”, de Max Henríquez Ureña, obra publicada por primera vez en Río de Janeiro en 1945, volví a toparme en 1965 con el mismo personaje, pero esta vez Salazar de Alarcón aparece en el capítulo II titulado “Primer siglo de la colonia” (p. 36-37, incluida la nota 44, y también en el capítulo III titulado “Primeras manifestaciones literarias de los nativos de la isla” (pp- 48-51), pero curiosamente con más datos que los que aportó Balaguer en su obra, aunque este no citó al menor de los hermanos Henríquez Ureña. Es innegable que Balaguer debió conocer la obra de Don Max de 1945, aunque no la cita en su “Historia literaria…”

En su obra publicada por Julio D. Postigo, Don Max copia la explicación preliminar a la primera edición y también aporta una apostilla adicional a la segunda edición de la Librería Dominicana.

Pero lo que no supe hasta  después de 1960, cuando leí el libro “Obra crítica” de Pedro Henríquez Ureña, fue que tanto Don Max como Balaguer habían bebido, para referirse a Salazar de Alarcón , en una obra que nuestro gran filólogo y crítico publicó en 1936 en Buenos Aires con el título “La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo”, obra que sí cita Balaguer en su libro “Historia de la literatura…”, ya citada (p. 255). Aunque debo acotar el dato de que Don Max en su “Panorama…” cita la obra de su hermano en una nota al calce (la 68, p. 49 del primer tomo). Pero Don Max ofrece la impresión de que la larga tirada sobre Salazar de Alarcón es fruto de su cosecha.

Todo lo relativo a lo copiado por Don Max y Balaguer está en “Obra crítica” (pp. 354-356 y p. 421, nota 7) con datos biográficos de Tostado de la Peña y la transcripción del soneto que le dedicó Salazar de Alarcón a su llegada a la isla en agosto de 1574, según se infiere de la obra de Maldonado Macías cuando el propio Salazar confiesa en su famosa “Carta de la mar”: “Y llegado el día [en]que nos hubimos de hacer a la vela, y la hora de nuestra embarcación, que fue antes del mediodía, lunes 19 de julio” [de 1574] (p. 217).

A partir de los datos que aporta la obra de Maldonado Macías deberá reescribirse todo el capítulo de los “escritores residentes en Santo Domingo” en el siglo XVI y el otro capítulo de “los poetas nativos de la isla” y la relación con el poeta y jurista Oidor de la Real Audiencia, Don Eugenio de Salazar y Alarcón, así como la crisis de la moneda de 1577 que marca la caída de la preponderancia de nuestra isla en el Caribe.

De todo esto resalta que el poeta no pudo salir de Tenerife en 1973 y llegar a nuestra isla en ese año, pues Maldonado Macías muestra documentalmente que la cédula real expedida por Felipe II para que Salazar pasara a Santo Domingo está fechada el 30 de diciembre de 1573. Pero aún más, Salazar no pudo salir de Tenerife, donde era gobernador, en la fecha que dijo Don Pedro y que luego han copiado todos los que han tratado acerca de este asunto, porque había una prohibición real de embarcar ciudadanos para las Indias desde Canarias.

 Y ese fue el motivo de la tardanza de Salazar y su séquito en llegar a Santo Domingo, pues el mismo día cuando embarcó, otra real cédula levantó la referida prohibición, lo que no quiere decir, como está fehacientemente demostrado, que los capitanes, maestres y pilotos no burlaban aquella real disposición.

En otra carta, Salazar dijo que la travesía le tomó cuarenta días. Y del 19 de julio al 19 de agosto van 30 días, más diez adicionales, contamos aproximadamente a 29 de agosto la llegada del Oidor, quien vino acompañado de su esposa Catalina Carrillo, sus dos hijos Fernando y Pedro y un enorme séquito de criados, criadas y esclavos (Maldonado Macías, op. cit.)

¿Cómo pudo nuestro insigne Pedro Henríquez Ureña acopiar toda la información que nos ofrece acerca de Salazar de Alarcón, Leonor de Ovando y Francisco Tostado de la Peña, así como de otros escritores nativos de nuestra isla en aquel lejano siglo XVI?

Tanto por las pruebas aportadas por la obra de Maldonado Macías como por los datos bibliográficos que nos ofrece Don Pedro en “La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo”, deduzco que nuestro filólogo tuvo acceso, durante sus dos estancias, pero principalmente durante la de 1919-20 en el Centro de Estudios Históricos de Madrid dirigido a la sazón por su mentor Ramón Menéndez Pidal, a los libros y documentos de archivos que cita y donde se encuentran las cartas y los poemas  de Salazar de Alarcón, quien se trazó como estrategia personal no publicar en vida, por los inconvenientes que traen las distintas interpretaciones de una obra literaria. Es decir, que decidió que su cargo y su familia estaban por encima de todo.

Don Pedro consultó “un libro becerro” del convento de Regina Angelorum que contenía los nombres de las religiosas difuntas desde 1609 a abril de 1704 y ahí figura Leonor de Ovando; a Menéndez Pelayo y su “Antología de poetas hispano-americanos, luego reimpresa con el título de “Historia de la poesía hispanoamericana” (1911-13); a Manuel Serrano y Sanz en sus “Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas”, 2 tomos, Madrid 1903-05; a fray Cipriano de Utrera, “Universidades” y la “Historia de las Indias”, de Oviedo. (Continuaremos con las obras vistas y leídas por Don Pedro acerca de nuestros escritores nativos del siglo XVI).

Publicaciones Relacionadas