POR GRACIELA AZCÁRATE
Supe de la vida de Eugenio Granell en un libro fotocopiado del exilio español que me prestó don Manuel Rueda. Después lo encontré en la historia de la diáspora española hacia América después de la guerra civil española. Cuando vi la exposición en el Centro León, busqué una entrevista que le hizo Georges Simenon, en 1933 a Trosky y donde habla de los comunistas españoles y de lo que pasaba en España y la segunda República.
El 6 de junio de 1933 León Trotsky le concedió a Georges Simenon. una entrevista publicada en Die Nieuwe Weg (EI Nuevo Rumbo, periódico del Partido Socialista Revolucionario de Holanda). El novelista belga que entonces tenía treinta años y era corresponsal especial de Paris-Soir y Voila, fue a Prinkipo para solicitar una entrevista a Trotsky, pensando utilizarla en un libro que estaba escribiendo acerca de varias personas prominentes y las nuevas tendencias de la política mundial. Trotsky aceptó la entrevista y sugirió que Simenon le formulara las preguntas por escrito. Simenon lo hizo, pero aclarando que le resultaba difícil formular preguntas precisas y que lo que más le interesaba era que Trotsky opinara sobre «los nuevos grupos humanos que surgen en esta época de turbulencia». Cuando se reunieron en la casa de Trotsky el 6 de junio de 1933 entregó sus respuestas escritas y luego sostuvieron una conversación
Eugenio Granell no sólo fue un pintor surrealista sino un auténtico intelectual. Era un gran artista y una de las figuras más valiosas del POUM (el Partido Obrero de Unificación Marxista). Esta doble personalidad de creador y militante político lo sitúa entre las personajes más interesantes del siglo XX y del período revolucionario español de 1930 a 1936.
Era músico, escritor político, novelista, periodista, escultor pero ante todo pintor. Estaba situado en la cúspide del movimiento surrealista, cerca de André Breton, su profesor y su amigo en los primeros tiempos del exilio. Dicen sus amigos y camaradas que era un hombre sencillo, cordial, ocurrente y divertido y que sólo lo irritaba las grandes imposturas de su tiempo: el fascismo y después el estalinismo.
Eugenio Fernández Granell nació en 1912 en La Coruña y murió en Madrid, el 24 de octubre de 2001, a punto de cumplir 89 años.
Llegó a Madrid en 1928, a la caída de la dictadura de Primo de Rivera y en la apertura del proceso revolucionario de 1930. Ingresó a la Escuela Superior de Música, y vivió la efervescencia política que se vivía en los centros de enseñanza de Madrid. Participó en la agitación estudiantil y vivió la euforia de la proclamación de la República.
En 1932 ingresó en la Oposición de Izquierda, que era una pequeña organización animada por Juan Andrade, editor y director de la revista Comunismo, una de las primeras publicaciones que criticaba la política de Stalin. Comenzó a colaborar en dicha revista y se destacó especialmente por su labor política en el período de la Alianza Obrera, en vísperas del movimiento de Octubre de 1934.
En 1932 ingresa en la Oposición de izquierda, luego Izquierda Comunista, con la que, junto al BOC, participa en la fundación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), con el que participa en la defensa de Madrid, dirigiendo la revista El combatiente rojo y participando en otras revistas poumistas como POUM, La Nueva Era y La Batalla.
Combatió en las milicias del POUM en Guadalajara y en Aragón y fue uno de los máximos expertos militares del partido.
Exiliado en 1939, vivió en Francia, República Dominicana, Guatemala, Puerto Rico, Los Angeles (California) y Nueva York, hasta su regreso a España en 1985. En el largo exilio colaboró en publicaciones como «España libre». Doctorado en sociología y antropología por la New School for Social Resarch, Nueva York, era profesor emérito de la City University of New York (CUNY). Conoció y tuvo una gran amistad con Víctor Serge, André Breton, Joaquín Maurín, Albert Camus y otros numerosos representantes de la vanguardia política y cultural antitotalitaria.
En la época de efervecencia revolucionaria entre 1930 y 1936, su organización, que se había trasformado en Izquierda Comunista se fue distanciando de las posiciones de Trotsky y estrechó las relaciones con el Bloque Obrero y Campesino. Después de una intensa colaboración en el seno de la Alianza Obrera, el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista se unificaron en octubre de 1935 para crear el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM).
Granell fue uno de los militantes que acogió con gran entusiasmo la creación del POUM, se desarrolló notablemente en Madrid y permitió una participación intensa en la lucha contra los militares franquistas sublevados el 19 de Julio de 1936. Granell, miembro del Comité del POUM de Madrid, asumió la dirección del diario El Combatiente Rojo, la organización de la Columna motorizada del POUM de Madrid que, combatió en el frente de Sigüenza y que incautó una emisora de radio de gran eficacia para el reclutamiento de las Milicias y para informar a toda España
Wilebaldo Solano, compañero militante del POUM en 1936, contó en un perfil biográfico de Granell esta historia: Poco antes de que se iniciara la represión contra el POUM, Granell estuvo en Barcelona, reclamado por Nin para dar un nuevo impulso a la revista teórica La Nueva Era. En el período de clandestinidad que nos impuso el golpe contra el POUM del 16 de junio de 1937 ( la detención de la mayor parte de los dirigentes del POUM y el secuestro y asesinato de Andreu Nin), Granell colaboró con el nuevo Comité Ejecutivo hasta que pudo incorporarse como comisario político a un batallón mandado por un cenetista.
Granell estuvo exiliado en Francia unos meses. Como no quería quedar a merced de los nazis, se fijó la perspectiva de salir de Francia, cosa que no era fácil. Finalmente, logró embarcar con rumbo a Chile, pero tuvo que desembarcar en Santo Domingo. Detalle importante: en el tren que le conducía al puerto conoció a Amparo, que no tardó en convertirse en la mujer de su vida. Para sobrevivir en Santo Domingo, hizo de todo. Fue diseñador de muebles, profesor de violín y periodista. Y fue allí donde tuvo la suerte de conocer a André Bretón, la figura central del surrealismo.
La vida llena de sobresaltos y las peripecias de Granell después de salir de Santo Domingo, lo llevan a los países de América Central y lo hacen vivir una experiencia traumática puesto que tuvo que marcharse de Guatemala porque los estalinistas le hacían la vida imposible. Pese a todas los obstáculos que el exilio le impuso, una importante parte de su obra pictórica la hizo en los Estados Unidos, donde se doctoró en sociología y antropología y donde fue profesor en la Universidad de Nueva York.
Al releer los escritos de Eugenio Granell en los archivos de la Fundación Andreu Nin recordé un pasaje del libro La noche en que fui traicionada de Andrés Sorel donde aparece como una réplica de Granell la defensa a ultranza contra cualquier extremismo ideológico. Silvia, la protagonista dice: Aquí no tuvimos que convivir vencedores y vencidos, y silenciarnos, y cubrirnos unos a otros, como si nada denunciable, criticable al menos, hubiera sucedido. ¿Qué ocultar, si sólo hubo, y para siempre, vencedores? Este país es el único de Europa en que el fascismo jamás fue derrotado.
La novela narra el amor entre un fundador de la Falange, Silvia que lo espera cincuenta años y el descubrimiento de que ambos conforman junto al pueblo español un ejército de fantasmas, que en la juventud leían a Rafael Alberti, comunista, cuyos poemas son, como ángeles peligrosos, como la punta de la espada.
La mención del poeta recuerda un texto escrito por Eugenio Granell y publicado en 1977, en España Libre: El infortunio se cierne sobre España. La peste comunista sucede a la franquista. Y como ser comunista está de moda, el hado, siempre al día, no le escatimó un Neruda a nuestro país.
Rafael Alberti regresó a Madrid. Hace cuarenta años se escapó de Monóvar con los jefes comunistas que aún tenían la desvergüenza de incitar al pueblo que habían hundido a una resistencia inútil contra el franquismo. Alberti se fue, fervoroso comunista republicano, con el puño cerrado. Ahora volvió, fervoroso comunista monárquico -él es obediente- dándole la mano al Rey.
En Madrid, Alberti causó un modesto revuelo intelectual. Como a mariposas, sus focos deslumbraron a unos cuantos fieles, académicos y laicos. El falangista Hedilla, sumado al rosario, recibió una ovación.
Cabía esperar que el amigo de Lorca se precipitase a honrar en Granada la memoria del poeta que asesinó la Falange. No ocurrió nada de eso. Alberti se fue a Barcelona a homenajear a Neruda (q.e.p.d.), su compadre de bombos y dádivas soviéticos.
Stalin los da, ellos se juntan.
Miles de españoles no comunistas cuyas visas rechazó firmar Neruda en el consulado chileno de París, en 1940, no asistieron al alimón Alberti-Neruda (fúnebre recordatorio del de Lorca y Pablo, éste vivo aún y aún no vivales). Abandonados en Francia por Neruda, sucumbieron a la bestialidad nazi aliada con el estalinismo.
Alberti no repudió públicamente el pacto Hitler-Stalin. Tampoco se sabe -lo que es raro, siendo él tan mundial, al menos entre la secta comunista- que haya denunciado las persecuciones y asesinatos de republicanos, socialistas, anarquistas y poumistas perpetrados por su partido durante la guerra civil. Ni que haya alzado la voz contra el secuestro y tortura (despellejándolo vivo), de Andrés Nin, luego asesinado por los chekistas españoles y rusos en Alcalá de Henares. Alberti no deploró el exterminio de todos los camaradas de Lenin, ni lo alteró el asesinato de Trotski por un miembro español de su partido. Ni el fusilamiento, en Madrid, del profesor José Robles, poeta y dibujante, ordenado por los generales rusos. Ni los asesinatos de los anarquistas y socialistas europeos Camilo Berneri, Mark Reim, Kurt Landau y muchísimos más. Ni las acciones brutales del carnicero de Albacete, André Marty, contra las Brigadas Internacionales. Ni los maltratos infligidos a los niños españoles refugiados en Rusia, muchos de ellos fusilados. No publicó Alberti su protesta por el aplastamiento de la insurrección húngara. Ni por la invasión de Checoslovaquia (decírselo en casa a algún amigo no vale). Ni por el internamiento de intelectuales, poetas y científicos en las siniestras clínicas mentales de la cheka soviética. Ni por la infame persecución que llevó a la tumba a Pasternak. Ni por la reclusión y los maltratos sufridos entre tantos otros- por la poetisa Natalisa Gorbanevskaya. Ni por el encarcelamiento y las torturas que han convertido al poeta cubano Heberto Padilla en una piltrafa, etc., etc., etc.
Alberti permanece olímpicamente impávido ante la rueda de horrores que acumula el régimen más ignominioso de la historia humana, al cual se unció. Ni siquiera es verdad que le haya exigido al rey, en una carta, la libertad de los presos españoles.
No se sabe, entonces, a qué vienen las adhesiones a este hombre si no están urdidas por la Poderosa máquina de su organización. Uno se aferra a creer que aún existe un alto nivel de dignidad humana. Y asímismo, el coraje indispensable para disociarse de los contubernios perpetuadores de la bruma que ampara la burla y el exterminio de la libertad.
El poeta alemán Bertold Brecht, estalinista como Alberti, no contuvo su ira cuando supo que Stalin había asesinado a su maestro Tretiakov:
(?)Neruda muerto y Alberti vivo, son, por su renombre, peligrosas trompetas del escarnio y la mentira, y cómplices del silencio que ampara el robo de la libertad y de la vida. Ambos saben mejor que nosotros la dimensión de su impostura La política, que deshonró a Neruda y a Aragón, le ha dado la razón a Breton demasiado tarde, acaba de declarar Octavio Paz, la voz más alta de la poesía española. Esa misma política también deshonró a Alberti.
(?)Un día, Juan Ramón Jiménez le había escrito: Ha trepado usted, para siempre, al trinquete del laúd…. Juan Ramón, que era un humorista, no se habría divertido al comprobar que el trepador eterno acabaría aplastando el instrumento con su callar de plomo y su verso encadenado.
Los muros del Centro León cuelgan los lienzos que encarnan los ideales de un luchador de por vida. Eugenio Granell no sólo tocó música, se adentró en el mundo onírico del surrealismo y empuñó el fusil para defender ideas, hasta la muerte escribió con integridad y honestidad sin límites porque: Sin libertad no hay poesía. Suprimir la libertad es matar el vivir. Quien la corrompe es un corruptor, no un poeta y quien obedece sin rebelarse es un esclavo, no un poeta.