Europa y la Patagonia

Europa y la Patagonia

Querida Panonia: vuelvo a escribirte porque me pareció que no había concluido ninguna idea en mi carta anterior. Aquel alemancito, Kippenberg, que acusaba a húngaros y checos de ser parásitos de la cultura germánica, era un tonto pretencioso. La cultura occidental lo arropa todo; es claro que la cultura occidental -y sus técnicas aplicadas- nos venía del otro lado de la frontera alemana. El imperio de los Habsburgo duró demasiado tiempo; las monarquías europeas se mezclaron: por alianzas políticas matrimoniales, militares, comerciales. He sabido, a través de un periodista francés, que en el Japón estuvo de moda una canción titulada “Dekansho”, un nombre compuesto por los apellidos Descartes, Kant, Shopenhauer.

Un novelista japonés afirma que esos tres apellidos fueron sustituidos en la estimación pública por los de Marx, Foucault y Sartre. Pero nunca se compuso una canción que se llamara “Marfousa”, que podría parecer a los oídos extranjeros una expresión tan “nipona” como “Dekansho”. La verdad es que el Japón comenzó a occidentalizarse en el siglo XIX. ¿Si eso ocurrió en Oriente, que podría esperarse que sucediera en los Balcanes o en Europa del Este? Pero este rincón de nuestro mundo ha creado visiones, estilos de vida, productos artísticos, que no tienen nada que ver con Alemania.

Ladislao era muy sensible a cuanto tuviese que ver con España; cuestión explicable, puesto que era hijo de un emigrado español; aprendió la lengua de su padre a la perfección, como tú bien sabes. Cada vez que un afrancesado le decía a Ladislao que Europa terminaba en los Pirineos y que a partir de allí comenzaba el África, él replicaba: no señor, Europa termina en la Patagonia… por obra de España, que “romanizó” la casi totalidad del continente americano. Ubrique citaba alrededor del tema a un poeta nicaragüense con un apellido extraño.

La influencia de la cultura occidental es perceptible en el mundo entero. Los mestizos iberoamericanos, lo mismo que los aborígenes, sean del Norte o del Sur, se han occidentalizado considerablemente. Las ropas, los enseres domésticos, los vicios y las profesiones que se ven hoy en los Andes, son, aproximadamente, las mismas cosas que miramos aquí. La gran diferencia está en la música. (Ubres de novelastra; 2008).

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas