Evadiendo los males económicos

Evadiendo los males económicos

Este interregno, entre el día de Navidad del jueves pasado hasta el día de Año Nuevo, nos envuelve en un período de gran indiferencia mental cuando nos despojamos de las preocupaciones por la precaria situación de la economía, por la pérdida de empleos, cierre de empresas o ahorros perdidos, para al menos compartir, en despreocupado jolgorio, lo que siempre nos atrae de reunirnos con amigos y familiares.

Ha ocurrido de todo, desde las drásticas medidas de Interior y Policía de impedir el porte de armas legales, de intentar prohibir que los colmadones vendieran bebidas alcohólicas para consumo directo o estar la Policía en cada calle parando vehículos, en especial después de medianoche, posible a cualquier confusión mortal, ya que sabemos que la exigencia del picoteo está a la orden del día, que es lo menos peligroso, o por el contrario, hay otros riesgos más mortíferos.

Independientemente de esos tradicionales peligros de la democracia criolla, la temporada nos permite aislarnos de las incomodidades sociales de las exigencias de las autoridades para introducirnos de lleno en el disfrute de la camaradería y ahora más por la coincidencia tanto del día de Navidad como el día de Año Nuevo con el día de mañana domingo. Es casi una semana de vacaciones y hasta nos olvidamos del huevo cuadrado puesto por la Suprema Corte de Justicia con su desafortunado fallo en el caso de la Sun Land.

Las festividades provocan que esta semana sea de poco trabajar, frenando la producción de las empresas y permitiendo en consecuencia que nos dediquemos a lo que ayuda a evadir las dificultades económicas, que desde siempre nos ha azotado. Ahora las borramos con bebidas, comidas y bebidas; tan solo por las patrullas nos hacen recordar que por más democracia en que pretendamos vivir, los métodos autoritarios, supuestamente desterrados hace más de 40 años, están presentes y con más vigor que en aquellos años antes de 1961.

Las medidas de fuerza de mano dura son inevitables para reprimir y frenar el auge de la delincuencia. Pese a la misma, todavía hay inseguridad en las calles. Los hogares no están exentos de cualquier tropelía de los antisociales que por lo general andan mejor armados que los policías o los ciudadanos a quienes se les prohíbe portar armas.

La población se está divirtiendo, el derroche se ha puesto de manifiesto cuando debió haber sido lo contrario ya que el blindaje leonelista se derritió y quedamos expuestos a las calamidades que ya han sacudido las economías europeas, norteamericana y asiática, mientras aquí, en el Caribe, vivimos en el ensueño de que Tatica nos protegerá. Estimulados por esa abundante ingesta de alcohol, que en estos días se ha elevado, se espera un milagro para no caer como en aquel estado de pobreza generalizado de 1944, fruto de una fuerte sequía y de las precariedades impuestas por la II Guerra Mundial.

Estamos en el medio de la semana del dispendio, y aun cuando las ventas no han sido tan espectaculares como en otros años, los comerciantes no pueden quejarse por esa compulsión del dominicano a gastar y ponerse a la par del vecino que más tiene y hacen una ostentación de sus compras navideñas.

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