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La semana recién pasada, las autoridades del Ministerio de Educación de la República Dominicana (Minerd) dieron a conocer los pormenores de un proyecto de evaluación del personal docente de las escuelas públicas que habrá de ejecutar esa dependencia estatal entre los meses de septiembre y diciembre del año en curso. Para la ejecución del mismo, el Minerd se propone invertir entre 200 y 259 millones de pesos, para lo cual cuenta con el apoyo de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). Además del personal docente, se evaluarán los orientadores, psicólogos y directores de escuelas. También, los profesores que imparten docencia en colegios privados cuyos salarios son cubiertos por el Minerd. ¿Cuáles serán los resultados? Esperamos que los mismos confirmen lo que nosotros siempre hemos sostenido. Que en ninguna otra época de su historia el Sistema Dominicano de Instrucción Pública ha podido contar, en número y calidad, con los docentes de que hoy dispone. Esto lo afirmamos muy a pesar de las opiniones contrarias a esta que con frecuencia aparecen en los medios de comunicación en boca de personas no entendidas en la materia. Veamos. Al final de la llamada “Era de Trujillo” apenas un 4% de los maestros que laboraban en las escuelas públicas estaba en posesión de un título universitario o de un certificado de egresado de una Escuela Normal. La mayoría del personal docente de los pocos colegios privados que entonces existían: Colegio de la Salle, Colegio Santo Tomás de Aquino, Colegio Santo Domingo; Colegio Serafín de Asís, entre otros, estaba conformada por profesores extranjeros. En esos tiempos, el oficio docente no era más que un quehacer mal renumerado propio de personas en espera de adquirir un puesto de trabajo de más rentabilidad. El salario que devengaba un maestro de escuela apenas le alcanzaba para satisfacer sus necesidades más perentorias. Muy del dominio público era el decir que fulano “padecía de más hambre que un maestro de escuela”
Después de la desaparición del régimen de Trujillo, a lo interno del Sistema Dominicano de Instrucción Pública se generaron tensiones que resultaban difíciles de superar. Tensiones con estudiantes, hijos de familias de escasos recursos económicos que buscaban ascenso social por vía del conocimiento especializado y se encontraban con que dicho conocimiento no se les podía brindar por la falta de maestros calificados y por las deficientes condiciones materiales en que se desarrollaba la enseñanza; también, por la feroz competencia en el mercado de trabajo que hacía que, en poco tiempo, los títulos académicos se desvalorizaran. Las universidades UASD, UNPHU, PUCMM, UCE y otras instituciones de educación superior jugaron un papel de mucha importancia en la superación de esa crisis, al poner en práctica una serie de proyectos de capacitación y formación docente contando con el apoyo del Gobierno central y con la ayuda de organismos internacionales. Gracias a ello, casi la totalidad de los maestros en servicio disfrutó de la oportunidad de adquirir nuevas capacidades y de estar en posesión de un título universitario o normalista.
La situación de la escuela dominicana de hoy es muy distinta a la de ayer. En materia de instrucción pública hemos progresado más de lo que muchas gentes se imaginan y de lo que algunos medios de comunicación pregonan. Actualmente, la carrera de educación se cuenta entre las más preferidas por los estudiantes universitarios de nuevo ingreso. Las escuelas normales de antaño fueron refundidas en un Instituto Superior de Formación Docente de carácter estatal. El antiguo Departamento de Pedagogía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo fue convertido en toda una Facultad de Educación con extensiones en 16 provincias de las 31 que tiene el país. Cientos de maestros y de catedráticos universitarios han cursado estudios de especialización y de postgrado en universidades nacionales y extranjeras.