En la Reunión Internacional de Reflexión sobre los Nuevos Roles de la Educación a Nivel Mundial celebrada en Caracas, Venezuela, en septiembre de 1991, se puso de manifiesto el elevado número de factores que hasta entonces había contribuido para que la ciencia y la tecnología alcanzaran un lugar destacado en casi todos los países del mundo incluyendo aquellos en proceso de desarrollo. En dicho cónclave, entre otros, se hizo mención de los multiplicadores siguientes: la acumulación de conocimientos; la disponibilidad de tecnologías; los avances en materia de comunicaciones, y los fenómenos de globalización e interdependencia. Todos esos factores demandan de los gobiernos decisiones audaces e ingentes esfuerzos de reflexión sobre los procesos que deberán sustentar las relaciones internacionales. La mayoría de los asistentes a ese magno evento coincidió en afirmar que dichos factores plantean a la comunidad académica “retos de trascendencia en la búsqueda de elementos que permitan llegar a una dinámica concertación entre los distintos actores de la sociedad y consensos globales sobre el futuro que guiará el desarrollo de la ciencia y la tecnología”. En Caracas se puso de manifiesto la necesidad de ampliar y consolidar los espacios de formación, investigación, experimentación, innovación y circulación del conocimiento sin trabas y, ante todo encontrar articulaciones pertinentes entre los procesos y la vida económica, paso indispensable en el ordenamiento mundial de la gestión.
Hace más de dos décadas de la celebración del evento al cual nos estamos refiriendo. Pero no es mucho lo que hemos progresado. El debate actual sobre la educación continua centrándose en lo mismo, en la contribución que esta pueda hacer a la modernidad plasmada en un proyecto de sociedad comprometida con el desarrollo humano sustentable. Continuamos produciendo y difundiendo conocimientos casi igual a como lo hacíamos antes. La velocidad de los cambios y de crecimiento constante en el dominio tecnológico internacional nos plantea el reto de abordar, en niveles de excelencia comparables, aquellas áreas o campos considerados los más estratégicos para nuestro futuro desarrollo y desempeño de un papel destacado en la comunidad internacional. Para lograrlo ¿cuáles son los temas de educación que debemos debatir y los retos que debemos enfrentar? Creemos que deberán ser estos: la educación superior y sus objetivos de cara a los tiempos en que vivimos; el papel de las ciencias sociales en el análisis de la problemática mundial; la integración entre docencia e investigación; la diversificación de los sistemas de educación superior; el papel de la educación permanente con miras a satisfacer las nuevas necesidades; la independencia intelectual y la libertad de cátedra como condición esencial para la conducción de la docencia y la investigación; el impacto de la globalización en los planes y programas de estudio de las instituciones, y la necesidad de abordar el problema del financiamiento de la educación con mira a la gratuidad, entre otros. Tal y como lo expresara Álvaro Marchesi, secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos, en el preámbulo que escribiera para una de las publicaciones de ese organismo: “la calidad de la educación de un país no es superior a la calidad de su profesorado. De ahí la gran prioridad que la mayoría de las reformas educativas otorga al fortalecimiento de la profesión docente. Pero, si el profesorado es clave para la calidad de la enseñanza, es preciso admitir también que no se puede mejorar la acción educativa de los profesores sin conseguir al mismo tiempo mayores niveles de calidad en el funcionamiento de las escuelas” Por ello aplaudimos y tratamos de sumarnos a los esfuerzos que vienen realizando las universidades y los ministerios de Educación en favor del mejoramiento de la calidad profesional de los docentes. Nunca hemos podido contar, en número y calidad, con los docentes que hoy disponemos; pero, necesitamos más, mucho más.