Cursaba la doctora Evangelina Rodríguez la especialidad en Ginecología y Obstetricia en París cuando decide hacer que su voz resonara con fuerza y fuese imposible -hasta hoy- ignorarla. De hecho, aunque desde 1911 se convierte en referente vivo al convertirse en la primera dominicana en lograr la titulación de médica, es a partir de su llamado del 15 de octubre de 1924 que se une de manera decidida al ansiado despertar de las mujeres.
De seguro, observaba en la capital francesa más y más mujeres que trabajaban afanosas en los hospitales, y aquellas que comenzaban a liderar sus propias empresas o importantes roles de oficinistas, lo que les permite libertad y autonomía; en contraste con lo que acontece en su país, donde prevalecían temores y mitos ante la laboriosidad independiente, más allá del hogar.
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Pero, ¿Dónde podría hacer nuestra pionera de la medicina este llamado de empoderamiento y autonomía a las dominicanas? De seguro recordó a la amiga común que tenían ella y su maestra predilecta, Anacaona Moscoso, quien también había sido su compañera de afanes en la Escuela Normal en San Pedro de Macorís: Petronila Angélica Gómez Brea.
Así, en la edición número 53, bajo el titular “Editorial”, la doctora Evangelina Rodríguez escribe: “Es una creencia errada la que tienen muchas mujeres, la cual las hace pensar que el trabajo las degrada”… Y de inmediato presenta un razonamiento en el orden de la ciencia para socavar los mitos que señalaban como impúdicas a las dominicanas que deseaban ser farmacéuticas, oficinistas, vendedoras, periodistas: “En todos los seres de la Creación, el sueño es una consecuencia de la actividad; puesto que el ser se aletarga de un gran ejercicio a fin de cobrar nuevas energías que le han de servir para la actividad siguiente”.
Soñaba Evangelina no solo con más mujeres trabajando, siendo todas libres; también, con más médicas, también con más abogadas y muchísimo más ingenieras, puesto que era una discusión que iba más allá del espacio de trabajo, también apuntaba hacia la profesionalización y la reconcepción de los roles femeninos.
Este artículo se distribuye por toda Iberoamérica y encuentra eco, a comienzos de 1925, con el escritor Portillo Gómez, también defensor de las mujeres que trabajan fuera del hogar y de su desempeño en diversos puestos, “obligadas probablemente por circunstancias especiales”, refiriéndose a las situaciones económicas que las empobrecen a ellas y a sus descendientes.
Aquel sueño compartido hace que la directora de Fémina exprese: “Las mujeres tienen una perseverancia tan grande, que siempre acaban por realizar grandes proyectos”… Y, además, la describa en esta frase: “Y sonríe, Evangelina, al pensar que la mujer dominicana completará la obra de redención que dominicanos de gran corazón han comenzado”.