¿Evangélicos con Leonel?

<p>¿Evangélicos con Leonel?</p>

SAMUEL SANTANA
Vemos cómo se va agudizando el laborantimo político en el país con miras a las elecciones presidenciales del año 2008.

Y esto ha ocurrido mucho antes de que los partidos políticos escojan oficialmente a quienes serán los candidatos que habrán de competir y representarles en la lucha por la Presidencia de la República.

Se nota un cierto apresuramiento y, si se quiere, hasta desesperación en ciertos líderes políticos.

Ninguno quiere quedarse atrás ni, mucho menos, dejarse tomar ventajas de algún compañero que compite por la misma posición dentro del mismo partido.

Esto crea una presión que lleva a tratar de demostrar quién tiene más fuerza y quién tiene más posibilidad de ser el candidato idóneo para correr en las elecciones venideras.

Los precandidatos se muevan de aquí para allá y de allá para acá aglutinando gente y haciendo demostraciones.

Dentro de ese contexto me llama mucho la atención una reseña periodística, aparecida en este medio el día 15 del pasado mes, en la que se informa acerca de una reunión que tuvo el Presidente de la República en New York con un grupo de líderes evangélicos para manifestar su apoyo a la aspiración reelecionista del mandatario.

Está claro que esta reunión con el doctor Leonel Fernández es estratégica. La misma da la impresión de que el sector evangélico está comprometido con su proyecto. Más aún por el hecho de que en el encuentro se ofrecen algunas declaraciones en las que se destaca que su gestión ha favorecido a este sector y que prueba de ello es que ha nombrado a un enlace en el Palacio Nacional para la coordinación de beneficios entre el Gobierno y las iglesias.

Sin embargo, por el bien de la obra de Dios hay que aclarar algunas cosas. Lo primero es que la gran mayoría de los concilios evangélicos, los cuales agrupan miles de iglesias dentro y fuera del país, son organizaciones apolíticas. Un pastor perteneciente a una de estas entidades mayoritarias no se atreve a levantar voz en pro de apoyar a algún líder político, llámese Leonel Fernández, Danilo Medina, Maldonado o quien sea. Esto está totalmente prohibido en los reglamentos internos de esas organizaciones.

El pastor que desee levantar pancarta a favor de un líder político o de un partido, simplemente debe entregar las credenciales y dejar el ministerio. O trabajar de manera independiente.

Una de las razones lógicas para esto es que las iglesias están constituidas por hermanos pertenecientes a todos los partidos políticos. Si un pastor trata de llevar la política a su iglesia, ahí mismo desnaturaliza la esencia de la fe y crea una situación conflictiva por las luchas de intereses partidarios.

La misión de la iglesia es estar al lado de los mejores intereses de las comunidades y de las personas.

Siempre se ha tratado de mantener un distanciamiento entre lo que es el Estado y la religión, precisamente para evitar este tipo de situaciones.

Históricamente las religiones que se han ligado a una estructura partidaria o de poder han tenido muy malas experiencias. Cuando no se han satisfecho las necesidades de los ciudadanos o cuando se ha hecho una gestión plagada de cuestionamientos, la religión ligada o comprometida al sistema recibe automáticamente la transferencia de rechazo.

En algunos casos se la acusa de ser la responsable directa y la instigadora principal en las grandes luchas de intereses que han devenido en guerra y grandes problemas civiles.

Es penoso el cuadro que se está dando en América Latina y que se está haciendo muy común en el que se ven a supuestos líderes evangélicos apoyando iniciativas partidarias.

Eso ocurrió hace poco en Venezuela con la candidatura de Hugo Chávez, en Perú y en Nicaragua.

En lo que tiene que ver con los gobiernos y con los políticos, las iglesias simplemente deben servir de voz pastoral, orientando a los líderes a tomar decisiones correctas a favor del pueblo y exhortarles a transitar por el camino de la decencia, la transparencia y los principios éticos y morales.

Comprometerse con alguien de manera específica, es descalificarse a sí mismo para ser guía orientadora o voz autorizada para llamar la atención.

No se puede poner en juego el gran sentido de valoración que tiene la población hacia las organizaciones evangélicas y que se pone en evidencia en las encuestas que se hacen.

Ver a un grupo de supuestos pastores o líderes evangélicos abogar a favor de una candidatura, en detrimento de las demás, es hacerse la idea de que responden a una estrategia de partido con la intención de confundir y proyectar cosas que no se corresponden con la realidad.

El trabajo de las iglesias no es con los partidos ni con los candidatos. Es con las comunidades y con las personas que sufren y necesitan restablecer su comunión con Dios.

Lo más que puede hacer un gobierno es valorar esta labor y tratar de apoyar ese ministerio de paz y de bien. Pero sin compromisos políticos. Por eso es tan difícil esta relación.

A César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.

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