Evasores por los cuatro costados

Evasores por los cuatro costados

El Estado no tiene una maquinita de hacer dinero. Cubre sus necesidades con los impuestos, arbitrios, facturas, aranceles y otras obligaciones económicas que pagan la gente y las empresas. Pero como en este país la evasión y la elusión son más altas que las recaudaciones, tenemos limitaciones que no deberían existir en un país con un PIB en constante crecimiento. A no ser por el cuantioso déficit que se origina en el no pago de obligaciones de todo tipo y el mal gasto de buena parte de lo que se recauda, no habría necesidad de coger prestado para financiar el presupuesto.
No es exagerado afirmar que en este país se hurta más energía que la que se paga y que, contrario a lo que se cree, los mayores evasores son los usuarios de alto consumo. Es ínfima la cantidad de hogares y empresas que paga por el agua potable que reciben. Casi nadie paga la recogida de basura y la evasión de arbitrios casi arruina a algunos ayuntamientos. La evasión arancelaria por causa del contrabando es cuantiosa y ni hablar del ITBIS. Sumemos a esto la evasión y elusión en la seguridad social.
Si queremos que el Estado esté al día en sus obligaciones con la población, brindando buenos servicios y mejor infraestructura, tenemos que tomar conciencia de que el dinero para financiar todo eso proviene de los impuestos, arbitrios y otras obligaciones que se pagan. Lo demás es déficit.

Quitémosle motivos a Ozoria

El arzobispo de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria, no tiene buenas expectativas en cuanto a la elección de los integrantes de la Junta Central Electoral (JCE). Como pastor que bien conoce su rebaño, él tiene sobrados motivos para pensar que, en este país, el que tiene más poder se lleva el pastel. Todos sabemos el significado de sus expresiones y estamos claros del contexto en que encajan en esta fauna política.

Como en la selección de la membresía de la JCE está en juego una parte crucial de la institucionalidad democrática, lo más sensato sería que el Senado, al que corresponde esa escogencia, y el partido a que pertenece la mayoría de los senadores, actúen con tal diafanidad que hagan desaparecer las razones que sustentan las dudas muy legítimas del arzobispo, y no sólo de él, sino de muchísima gente en este país.

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