En medicina todo debe estar sustentado. Lo que recomendamos, debe tener un trasfondo de investigación que pruebe que lo que decimos es correcto, o que por lo menos ha sido probado con éxito y cuenta con aprobaciones por organismos internacionales que lo regulen. En el caso de la toxina botulínica, vemos como el grado de recomendación para su uso en pacientes con espasticidad focal en extremidad superior o inferior es cada vez mayor (Grado A en las guías para pacientes con espasticidad luego de isquemia cerebral) y cada vez son más los ensayos que se hacen comparándola con otros métodos, y la combinación de estos.
Estos ensayos incluyen pacientes con parálisis cerebral, espasticidad luego de isquemia cerebral, esclerosis múltiple, trauma craneoencefalico, entre otros, con resultados satisfactorios; algunos de estos casos, presentando espasticidad global, en tratamiento con medicamentos orales, y combinándolos para lograr los objetivos. Siempre dejando ver que este debe estar acompañado por un programa de rehabilitación integral que va contar con un equipo multidisciplinario, y no con una sola persona, ya que la evidencia también nos dice que esta es la forma más recomendable de hacerlo, quedando expresado en las guías de mayor peso en la literatura actual.
Además, la evidencia científica sustenta su uso para otras condiciones relacionadas con el fenómeno de espasticidad como algunos casos de vejiga neurogénica que son manejadas por urología disminuyendo de igual manera el tono muscular de los músculos implicados.