Ex prisioneros narran los abusos

Ex prisioneros narran los abusos

BAGDAD (AFP).- Golpes, descargas eléctricas, la cabeza en sacos de plástico hasta la asfixia, escupitajos, quemaduras con cigarrillos, agacharse y levantarse hasta la extenuación forman parte del calvario vivido por ex prisioneros iraquíes, independientemente de que estuvieran detenidos en el aeropuerto de Bagdad, Abu Ghraib, Tiger Camp, cerca de la frontera siria o en Um Qasr.

Quusai Mehauich, de 23 años, estuvo detenido cinco meses en Camp Tiger, en Camp Bagdadi (provincia de Al Anbar), en Abu Ghraib (oeste de Bagdad) y en Um Qasr porque, asegura, los estadounidenses buscaban a su padre, ex general del ejército del depuesto Saddam Hussein.

Detenido el 26 de octubre, fue trasladado a Camp Tiger para un primer «interrogatorio» de dos horas por los estadounidenses. «Me pegaron con una matraca. Pegaban en las costillas para no dejar marcas. En una ocasión recibí una descarga eléctrica en la nuca. Tenía que permanecer sentado sobre las rodillas. Pegaban y no tenía que moverme. Cuando me caí, un soldado puso su pistola en la sien. Dijo que me iba a matar, apretó el gatillo, pero no había balas», cuenta.

Diez días después, fue trasladado a Camp Bagdadi donde fue sometido a nuevas vejaciones. «El interrogador me dijo: ‘soy el diablo’. Me metió en un saco de dormir y ató mi cuerpo con un gran cinturón y después me metió la cabeza en un saco de plástico y apretó. Me asfixiaba. Creí que iba a morir», prosigue.

Najm Majid, comerciante de unos cincuenta años, estuvo detenido seis meses en Abu Ghraib, acusado de pertenecer a un grupo islamista, y fue liberado el 4 de enero.

«Durante los interrogatorios me pegaron, me escupieron. Me ataron los brazos y me quemaron con cigarrillos. Cuando decía que estaba cansado, me pegaban. Me conectaron cables eléctricos a los brazos y a los pies pero no hubo descarga, era para meterme miedo», asegura.

«Un prisionero me contó que le habían desnudado y que una soldado le agarró el pene y lo mostró así a los prisioneros», prosigue Majid, que reconoce, no obstante, que no lo vio.

Jairalá Wali, comerciante de 65 años, estuvo detenido 33 días Um Qasr en la primavera (boreal) de 2003. Un certificado médido da fe de que tuvo dos costillas rotas. Muestra las fotos de sus manos supurantes, tomadas después de su liberación, así como las cicatrices. «Tenía que permanecer tumbado de espalda, la manos maniatadas detrás», explica.

También muestra una cicatriz profunda en lo alto de la frente «por un culatazo», según él.

Omar Motaleb, estudiante de 19 años, fue detenido en junio de 2003, acusado de vender armas y de pertenecer al grupo islámico Ansar al-Islam. Pasó casi cuatro meses en el aeropuerto de Bagdad, donde fue «interrogado» tres días.

«Tenía que agacharme y levantarme hasta la extenuación, sentarme sobre las rodillas durante horas y (sostener) en las manos botellas llenas. Tenía las rodillas ensangrentadas. No pude dormir ni media hora al día», dijo.

El joven, que denunció los malos tratos, exhibe un certificado médico fechado el 28 de octubre en el que está escrito que tiene «las rodillas dañadas y padece problemas de memoria después de haber sido sometido a una tortura física y psicológica».

Suhaib al-Baz, un camarógrafo de la televisión qatarí Al Jazira, de 24 años, contó la semana pasada a la AFP que le pegaron durante tres días en una base de la región de Samara (norte de Bagdad), después de su detención el 13 de noviembre.

Los tres primeros testimonios fueron recogidos tras una conferencia de prensa organizada el domingo por la organización International Occupation Watch Center, que denunció «la tortura (…) sistemática en todos los campos de detención, en todo Irak», y por la asociación Iraki Institution for Human Rights.

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