Examen desapasionado

Examen desapasionado

PEDRO GIL ITURBIDES
Las pasiones políticas se desataron primero que las represas  hidroeléctricas. A éstas, pero sobre todo a la de Tavera, la supusimos en peligro, y se ordenó abrir los vertederos para evitar el desbordamiento. Las pasiones políticas no necesitaron fuerzas exógenas para sobrepasar la cota.

De ahí que no hayamos tenido la tranquilidad para examinar con calma lo que ocurrió en la noche crítica del paso de la tormenta Olga.

La cuestión no radica en defensas y ataques desmesurados a propósito de lo ocurrido. El quid del asunto se encuentra en determinar si más allá de los procedimientos escritos en manuales de operación, se actuó con sentido de racionalidad. En esta sencillez se halla lo que hemos de sacar en claro  después de enterrar nuestros muertos, limpiar nuestras casas y llorar por todo lo perdido. Porque con argumentos desaforados nadie alcanza la verdad.

La primera de las tormentas que azotó el país, Noel, anegó el territorio de la isla, y se llevó consigo vidas, esperanzas y trabajo. La segunda estaba supuesta a producir menos daño, no porque sus brisas y su agua fueren menos intensas, sino porque la experiencia primera debió dejarnos alguna enseñanza. Mas no ocurrió esto. Porque Olga, avisada con antelación a diferencia de Noel, nos sacudió como si fuere fenómeno climático inusitado o, al menos, novedoso. Y no debió sorprendernos de tal modo.

Entre aquellos para quienes la sorpresa parece haber sido mayúscula están los operadores políticos y técnicos de las grandes represas. Porque es probable que actuasen atinadamente al disponer el desagüe. Ahora bien, cuándo y cómo. En estas dos palabras  una simple conjunción, un inofensivo adverbio de modo  se encuentra el meollo del escándalo. Y es lo que sin  vocerío altisonante debemos procurar que se aclare.

Sobre el cuándo, cuestión de sencillo razonamiento, se encuentra la noticia del avance de Olga. Poco después de sufrir el embate de Noel, Olga obligaba a decisivas acciones preventivas. ¿Cuáles? Recalcarle a los moradores de  viviendas ribereñas de ríos que debían abandonarlas, sacar moradores que han levantado cuchitriles en barrancos y cañadas, y mantener un estudio constante de los movimientos de la tormenta. Y… ¡por supuesto! reducir los niveles de los lagos artificiales de las presas. Esta medida permitía  disponer la generación eléctrica de horas continuas al más bajo precio de producción.

Sobre el cómo, ya hemos expresado un mecanismo apropiado y beneficioso. El otro, de emergencia, está ligado a la apertura de compuertas de emergencia. Ahora bien, ¿en qué medida? En la respuesta a esta otra pregunta puede hallarse el secreto de lo acontecido. Como puede verse, no es indispensable exponer ideas en forma admonitoria. Basta con hacer un análisis ponderado, sin pasión y sin bellacos objetivos. Eso sí, debe llevarse a cabo el acto de reflexión que proponemos. Porque de otro modo, más adelante, estaremos expuestos a quedar inundados por nuestra propensión a repetir los errores.

Que de ellos estamos hasta la coronilla, precisamente porque hemos sido incapaces para trascender nuestras devastadoras pasiones. Que sus ardores son tan crueles y dolorosos como las secuelas de los huracanes. O como los daños que nos han dejado Noel y Olga.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas