Exce Hommo

Exce Hommo

Durante su fugaz presencia física en la tierra, que no excedió 33 años, pero que devino en eterna, Exce Hommo nunca dispuso de un techo propio, y le ofrecieron miles de techos para cobijarse de la intemperie, aunque muchas noches su techo fue el cielo y las estrellas.

Exce Hommo nunca conoció lo que fue una cocina, ni preparar una comida, ni tener un palmo de tierra, ni una oveja, pero siempre le ofrecieron alimento quienes le siguieron porque creían en él, y ellos fueron sus ovejas espirituales.

Exce Hommo caminó siempre a pie, y en la única ocasión en que necesitó una montura, le ofrecieron un pollino prestado para entrar a Jerusalén, y el pueblo le colmó de ramos y hosannas, pero otro pueblo paralelo, la excrecencia vizcosa de siempre, exigió su vida al Sanedrín, para así entrar a la eternidad y redimir con el sacrificio de su vida a la progenie humana.

Exce Hommo nunca usó una joya en sus manos ni un collar de oro, porque sus prendas era su misión de redimirnos y su joya mayor fue el Padre que lo envió a salvarnos. En el proceso sumario que le instruyó Poncio Pilato, no protestó por la inequidad con que lo trataban, ni siquiera se defendió de una acusación mendaz, sino que aludió cumplir con la misión que le encomendó el Padre.

Tampoco protestó por cargar el madero de tormento por la Vía Dolorosa hasta el suplicio del Gólgota o Cráneo, ni pronunció un solo quejido cuando el centurión Longino le atravesó con su lanza el costado derecho.

En estos días en que la cristiandad se apresta a conmemorar el natalicio de Exce Hommo, y todos los días de tu vida, sin poses hipócritas ni alardes hueros para sugestionar a tus congéneres, cuando acudas al templo por él, o en tu intimidad, y en un examen nítido de conciencia, determinas en que te pareces a Exce Hommo para merecer la paz espiritual, el perdón por tus muchas faltas y la gloria eterna que pretendes sin merecerla. Miserable.

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