En Perú, Ollanta Humala y Keiko Fujimori se batieron en una contienda electoral cuyos resultados, en segunda vuelta, favorecieron al primero por un escaso margen de 3%. Ha sido el desenlace de un proceso político civilizado, respetuoso,  y durante el cual los candidatos se sometieron al escrutinio público por diversas vías, incluso de manera conjunta en debates televisados. El resultado de la primera vuelta, que también favoreció a Humala con un margen de 8,4%, intensificó la puja sin que llegaran a declinar los niveles de civismo.

Nuestra historia electoral ha sido muy diferente. Nuestros políticos no han desarrollado la capacidad de asimilar de manera civilizada una derrota electoral, sea a escala nacional o en el ámbito intrapartidario.  Aquí han sido factores de crisis márgenes de diferencia mucho más amplios que los resultantes de las elecciones de Perú.  Grandes partidos han llegado al borde de la división porque en la cultura de nuestros políticos no ha germinado la capacidad de aceptar la derrota, como ha hecho  Keiko Fujimori, que en el último tramo de la campaña aparecía gananciosa en muchas de las encuestas.

El ejemplo de Perú debería servirnos para civilizar aunque sea un poco nuestro estilo de ejercer la política. Aceptar una ley que regule los partidos políticos y prender a perder sería una gran ganancia para nuestra democracia.

Alguien debe dar una explicación

No hace dos meses que fue abierto a la circulación el paso a desnivel de la Tunti Cáceres, debajo del Expreso V Centenario. Estuvo cerrado varios meses por trabajos para corregir el drenaje pluvial. Para asombro de todos, ese paso fue anegado por la lluvia, de tal manera que un vehículo de los denominados “pollito” quedó totalmente sumergido. El Nacional y otros medios escritos y digitales ilustraron ayer sus portadas  con la foto sobre esta  ocurrencia.

Las autoridades que durante varios meses trabajaron para “corregir” el drenaje en ese paso a desnivel deberían -están obligadas- a dar una explicación sobre este acontecimiento. Más que la cantidad de agua que fluyó hacia el lugar, parece haber sido la pobre calidad del trabajo hecho lo que acumuló y retuvo el líquido. Mientras llegan las explicaciones, habrá que pensar que se trata de un ejemplo de la pobre  supervisión de las obras oficiales.